Thursday, February 12, 2015

Provincia de Yunnan XXV: Yubeng II

Llego al albergue y pregunto cuál es mi cama. Dicen que espere, tienen que hacer el reparto de habitaciones. No puedo esperar. Me tumbo en una cualquiera y duermo durante horas. Cuando me despierto, sé que estoy viva. Muy bien. Salgo a socializar y no hay nadie. Bueno, está la malaya, dispuestísima a darme conversación. Me cuenta qué ha sucedido. Llegamos a Yubeng a eso de la una del mediodía. Preguntaron cuánto valía comer. Y les dijeron que 30 yuanes (muy barato). Se escandalizaron del elevado precio y decidieron que ya cenarían. Fue dejar las cosas, y se fueron a ver un lago helado, todo montaña arriba, unas cinco horas más… Cómo flipaba. No me lo podía creer. Yo dando gracias de estar viva, y estos, haciendo un poquito más de ejercicio.
Se hizo de noche y sólo bajaron dos. Yo quería ayudar, pero lo único que iba a hacer era perderme. Sus amigos fueron a buscarlos y horas después regresaron todos.
En Yubeng hace un frío del demonio. La habitación, por supuesto, no tenía calefacción. No había duchas. Y el lavabo era una manguera al aire libre, alrededor de la cual, todo era hielo. No hay visitante en Yubeng que no haya resbalado en el charco de hielo. Cómo caíamos, uno detrás de otro.
El bar tenía una chimenea, un fogón que nunca estaba encendido. Me senté allí con el anorak puesto, una manta por las piernas, guantes, bufanda y gorro... no había manera de entrar en calor. Una auténtica nevera. La gente daba sorbitos de agua hirviendo. Así que, me fui a dormir.
Yubeng es muy bonito, pero el problema es que se está muy mal allí. Una vez que llegas, sólo piensas en irte. Si pudieras darte una ducha caliente; si, aunque la habitación no tuviera calefacción, hubiera algún lugar donde templarse un poco... Es dejar de subir montañas y quedarte helado.
Al día siguiente nos vamos. ¡Estupendo!
Uno de los militares me dice que soy guapa. Y me pregunta si él es guapo.
-"Sí. Eres guapo".
-"Dímelo otra vez".
-"Guapo".
-"Dímelo otra vez".
-"¡Guapo, guapo, guapo!". 
A decir verdad, era guapo. Parecía salido de un poster de propaganda comunista. Con su gorra, su rostro de chino antiguo...
 -"Entraste al bar y preguntaste si alguien hablaba inglés. Y yo, no hablo inglés, no sé por qué me acerqué y te dije que sí. El destino nos ha reunido". El chino me mira con un fuego que derrite el hielo de las montañas. Jopé, me digo: "Yprh, al loro. No dejes pasar algo así."
Me pide mi número y me pregunta si le voy a enseñar inglés por teléfono. Por favor, ¡qué metodología es esa! ¿Alguien ha oído alguna vez que se aprenda inglés por teléfono? Cómo mejor se aprende inglés es en la cama. Todo el mundo lo sabe.
Le pregunto qué va a hacer cuando salgamos de Yubeng. Dice que se va con sus amigos a Lijiang. Uy, yo ya he estado en Lijiang, y mi vuelo sale desde Shangrila en un par de días. Le informo de que la malaya no es mi amiga, y puede seguir el viaje conmigo. Se lo explico más claramente. Y se pone rojo como un tomate. Se queda sin habla durante una hora o así mientras bajamos la montaña. 
Al rato, empieza a convencer a sus amigos de ir a Shangrila, en vez de Lijiang. Analizan durante mucho rato los pros y los contras. Ya han estado en Shangrila. Mientras tanto, no se atreve ni a mirarme.
Bajar la montaña fue coser y cantar. No tiene nada que ver la bajada con la tremenda subida. En cinco horas ya habíamos salido de allí.
 Qué cerdo tan precioso.
Cuando bajamos, nuestro coche estaba rodeado de gente. Eran los hombres del pueblo. Montaron un follón típicamente chino. Resulta que nuestro guía era ilegal -conforme a las normas del pueblo, que ni siquiera la ley. No dejan que extraños ganen dinero en su área. Y el guía lo sabía, por eso nos llevó a las cinco de la mañana a subir la montaña, para evitar encontrarse con nadie. En China, nada tiene fácil solución, a no ser que sueltes pasta, claro. Empiezan una discusión sin fin. Me da tiempo a tomarme un litro de cerveza, no les digo más. Quizá estuvimos allí parados tres horas o algo así. Tira y afloja, tira y afloja. Después de una eternidad, deciden castigar al guía quitándole prácticamente todo el dinero que ha ganado con nosotros; que fue poco. Jo, qué palo. Con lo majo que era el guía y lo bien que hizo su trabajo. Nos vamos, ¡finalmente, nos vamos!
Han decidido que nos llevan a Fei Lai Shi a recoger nuestras maletas, y después, me llevan a Shangrila. Y ellos siguen el viaje hasta Lijiang. Qué amabilísimos.
El chino guapo está sentado a mi lado. Pienso, igual no me ha entendido bien, los idiomas, es lo que tienen. Vamos cuatro en tres asientos, así que, aprovechando la confusión de brazos y piernas, le toco el culo. Se convierte en una estatua de sal, no me mira en 70 km ni me dirije la palabra. Cuando llegamos a Fei Lai Shi, le dice a uno de sus amigos: "Cámbiame el sitio. Yo no me siento al lado de ésta".
Y seguimos el helador viaje nocturno hasta Shangrila. Allí no enchufa nadie la calefacción del coche ni por error. El chino nos arropó con su saco de dormir. Cuando llegamos me llevaron a un hotel y se despidieron. Vaya. Qué difícil es ligar. Creo que hice justo lo contrario de lo que debía haber hecho, siempre hago igual. Yo pensaba que a cualquier chico le gusta que le toquen el culo. Sólo por el hecho ser un chico. Pues igual no.

3 comments:

  1. vaya hombre. qué historión con el chino, que se soluciona con que el chino guapo tenía más miedo que vergüenza. no se sabe nunca, insisto, nunca cómo acertar en estos casos. yo no sé qué hubiera hecho, la verdad. qué situación.

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  2. Esa historia de amor era imposible. Él solo quería hablar por teléfono y luego después de un año sin veros ir a pedir tu mano...

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  3. La teoría de Marta es muy verosímil.Ami no me gusta que me toquen en general. ¡FELIZ AÑO!

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