Tangdui
Como les decía, nos despedimos de los otros viajeros, y yo
iba hacia el Noroeste. La malaya iba a estar dando vueltas un mes, por allí o
por donde fuera. Me preguntó si podía venir conmigo. Fue un poco extraña la
situación, porque ambas éramos conscientes de lo mal que nos caíamos. Le
hubiera dicho que no con toda la educación, pero ahí fuera estaba lleno de montañas
por descubrir en coche. Y un coche es más barato entre dos que entre una.
Aunque lo ideal, lo razonable, lo lógico es llenarlo de gente. Pero no había
más gente. Además, parece dispuesta a ir a todos los sitios que quiero porque
no tiene un plan específico. Pero no tiene ropa. En Malasia, se compró un
anorak de entretiempo, de esos finitos como el papel y unas zapatillas de algodón. El caso es
que le digo que voy al pueblo de cerámica tibetano Tangdui, y dice que se
viene.
Vamos a la estación de Shangrila. No hay billetes a Nixi, son las cuatro y pico. Shangrila, aunque es la capital de la zona, tiene pocos habitantes, todo el norte está bastante despoblado (para ser China), y no hay autobuses en todas las direcciones todo el rato como en Shanghái. Vamos a una rotonda donde nos dicen que están aparcados los conductores. Nos llevan a Nixi, pero es caro. Hay unos 30 km, creo. Una de las cosas por las que me venía bien la malaya es porque el chino es su lengua materna. El chino que yo hablo es una caca. En Shanghái me sirve, básicamente, porque siempre se dice lo mismo. Todo son conversaciones de ascensor. No es que entienda cada cosa que digan, es que, antes de que hablen, ya sé lo que van a decir. Por eso lo comprendo todo sin hablar chino. Pero, fuera de Shanghái las cosas se vuelven complicadas. A veces, ni te escuchan. Te miran a la cara, y se bloquean; antes de que abra la boca, dan por sentado que es imposible que entiendan a un ser tan extraño. Es como, si ustedes ven un marciano aterrizar en Plaza Cataluña. Igual el marciano, hace el esfuerzo y les habla en catalán, pero ustedes no lo comprenderán, porque no esperarán que el marciano hable su lengua. Y con su acento de Marte y tal, da igual que haya estudiado como un loco catalán, comprensión cero.
Que me voy del tema. Pues eso, la malaya me venía bien por el idioma. Pero, enseguida me di cuenta de que no me venía bien. A ella tampoco la entendían, de hecho, la entendían menos que a mí. En parte, porque son tibetanos, y mandarín lo justo o nada, y además: mandarín con acento malayo. Pero, la razón fundamental por la que no la entendían es porque se enrollaba como las persianas. Los volvía tan majaras, que los tibetanos -gente parca y sencilla como son- entraban en una espiral conversacional sin fin con la tipa que podías claramente ver un dibujo sobre sus cabezas de aros y estrellas.
Vamos a la estación de Shangrila. No hay billetes a Nixi, son las cuatro y pico. Shangrila, aunque es la capital de la zona, tiene pocos habitantes, todo el norte está bastante despoblado (para ser China), y no hay autobuses en todas las direcciones todo el rato como en Shanghái. Vamos a una rotonda donde nos dicen que están aparcados los conductores. Nos llevan a Nixi, pero es caro. Hay unos 30 km, creo. Una de las cosas por las que me venía bien la malaya es porque el chino es su lengua materna. El chino que yo hablo es una caca. En Shanghái me sirve, básicamente, porque siempre se dice lo mismo. Todo son conversaciones de ascensor. No es que entienda cada cosa que digan, es que, antes de que hablen, ya sé lo que van a decir. Por eso lo comprendo todo sin hablar chino. Pero, fuera de Shanghái las cosas se vuelven complicadas. A veces, ni te escuchan. Te miran a la cara, y se bloquean; antes de que abra la boca, dan por sentado que es imposible que entiendan a un ser tan extraño. Es como, si ustedes ven un marciano aterrizar en Plaza Cataluña. Igual el marciano, hace el esfuerzo y les habla en catalán, pero ustedes no lo comprenderán, porque no esperarán que el marciano hable su lengua. Y con su acento de Marte y tal, da igual que haya estudiado como un loco catalán, comprensión cero.
Que me voy del tema. Pues eso, la malaya me venía bien por el idioma. Pero, enseguida me di cuenta de que no me venía bien. A ella tampoco la entendían, de hecho, la entendían menos que a mí. En parte, porque son tibetanos, y mandarín lo justo o nada, y además: mandarín con acento malayo. Pero, la razón fundamental por la que no la entendían es porque se enrollaba como las persianas. Los volvía tan majaras, que los tibetanos -gente parca y sencilla como son- entraban en una espiral conversacional sin fin con la tipa que podías claramente ver un dibujo sobre sus cabezas de aros y estrellas.
Arriba: Conductor tibetano después de hablar con la malaya durante media hora.
No sabía regatear, le parecía mal, le daba vergüenza. No sé
qué carajo le pasaba a esta tía. Total, que como los indios, acabo cerrando el
precio -después de pedirle cada vez con más vehemencia que cierre la boca- y
finalmente, nos vamos a Nixi.
Llegamos a Nixi que está a pie de carretera. Desde allí por
un camino de dos o tres kilómetros se baja al valle donde está Tangdui. Pero
son más de las cinco de la tarde. Nos dicen que a esta hora no se puede ver
nada. Tal y como imaginábamos. Entonces, decidimos buscar un sitio donde dormir
y ver Tangdui por la mañana temprano. En Nixi, sólo hay un sitio donde dormir;
lo veo. La malaya se queda dándole conversación al conductor. Buah, es un lugar
inmundo. Una habitación con tres camastros más sucios que limpios. Una manta
fina como el papel, no hay calefacción, el wc está en la calle detrás de un
muro, no hay ducha, ni siquiera lavabo. Le cuento la situación de siniestro
total a la malaya. El conductor dice que también podemos dormir en Tangdui,
pero que va a ser peor que en Nixi. ¿Peor? Que allí lo que se hace es llamar a
la puerta, y preguntar si alguien te deja quedarte a dormir en su casa por unas
monedas. Pero que no va a “satisfacer nuestros elevados estándares”. Dice que
ella se apaña con todo. Pues yo si no hay ducha ni manta, no me quedo. Por la
noche va a haber diez grados bajo cero, como para dormir en esas condiciones.
Entonces, empezamos una conversación sin fin. Para mí está claro que o volvemos
a Shangrila o seguimos adelante. Bli, bla, bla, bla, bli, bla, bla…
Interminable conversación. Parece que se ha acabado ya. No, todavía… Bli, bla,
bla, bla, bla, bla, bla… Parece que estamos de acuerdo en que seguimos adelante
y el próximo destino es Benzilan. Entonces, empieza el regateo eterno, bli,
bla, bli, bla, bla, bla…Una foto con flashazo del mapa que me hubiera gustado tener mucho antes de que pudiera conseguirlo, por si alguien lo necesita.
si es que... no sé qué tenemos que nos acabamos acoplando muchas veces con gente que sabemos que no... y que luego... pues eso, que ahí estamos. yo que sé. cómprele un abrigo a la malaya, mujer.
ReplyDelete¡Sí hombre! ¡Que se lo compre ella!
DeleteHuy qué intriga, ¿dónde acabaríais?
ReplyDeletePor cierto, mañana ya por fin reservaré el hostel de Hong Kong, me quedaré en el mismo que tú! Quizás uno o dos de mi trabajo también. Podemos hacer planes juntas para el día 15 y 16. Bueno, el 15 supongo que llegaré allá a la hora de comer, y el 16 por la noche sale mi vuelo desde Shenzhen... así que tampoco puedo ir muy lejos...
ReplyDeleteQué chupi!!
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