La malaya dirigiéndose al conductor: “Oiga jefe, mire, ya sé que puede resultar extraño para usted. Pero nosotras, somos turistas. En nuestra vida cotidiana no tenemos la ocasión de ver paisajes semejantes. Estamos tan conmocionadas. No sabe lo triste que es vivir en una ciudad. Para usted esto es su día a día, pero, sin embargo, para nosotras... Usted no sabe cómo lo vivimos. ¡Estamos deleitadas con esta naturaleza salvaje! Si fuera tan amable maestro… Quiero decir, le importaría detener el coche un momento. Nos gustaría tomar unas fotografías de este asombroso paisaje por el que estamos pasando”. El conductor tibetano, no contesta, tampoco para el coche, la ignora. El conductor no ha entendido el punto de la larga demanda. Si al tipo le dices: “Para”, va y para. Pero si te enrollas como las persianas, no sabe qué carajo quieres. Me troncho. Le digo que pare, para. El problema, es que, donde la malaya quería hacer la foto era cinco kilómetros más atrás. Ya no le gusta el paisaje.
¡La cima de la montaña Baima me encanta! Tiene el tipo de
paisaje que yo asocio con la ciencia ficción. Me hubiera gustado dar un paseo, estar más
tiempo allí, pero la malaya no quería salir del coche porque estaba chupetizada.
A decir verdad, se respiraba fatal, estábamos a 4294 m de
altitud, y te cansas mucho. ¡Pero era tan idílico!
vaya paisajes. escalofriante. qué gracioso lo de que si te enrollas la peña desconecta. así tendría que ser siempre. cosas sencillas, órdenes claras.
ReplyDeletechulísimas las fotos!!
ReplyDeleteGracias. Es un sitio genial. ¿Quieres el mapa? Estoy de limpiezas, que como espere a Junio, ya me veo que sale el avión y sigo haciendo cajas.
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