Cuando construyeron una carretera para subir la montaña fácilmente -según los tibetanos- acontecieron muchas desgracias en la zona. Asumieron que fue la ira de los dioses por la pretensión humana de alcanzar el Kawagebo, una de las montañas más sagradas del budismo tibetano (Según ellos un dios guerrero vive allí, ni más ni menos, como para ir a molestar...). Nadie lo ha escalado nunca, demasiado alto, demasiado difícil. [Dice la Wikipedia: “In the winter of 1990–91 a group from the Academic Alpine Club of Kyoto University attempted the peak in conjunction with a Chinese group. Their activity caused heavy protests from the local Tibetan community due to the mountain's cultural and religious significance. On 3 January 1991, a nighttime avalanche killed all seventeen members of the expedition, in one of the most deadly mountaineering accidents in history.”] Para contrarrestar construyeron una estupa en Fei Lai Shi que compensara a las deidades promocionando su culto.
No me extraña que flipen. A mí el frío en la cara, la escasez de oxígeno y la altitud también me hacen flipar de lo lindo; por eso me gustan tanto las grandes montañas.
Buscamos alojamiento. Si hay ducha y manta, no importa lo demás. Cada vez son menos los requisitos. Dicen en recepción que si queremos una habitación con vista o sin vista. Si tiene vista vale el doble. Pues no queremos vista, podemos bajar a la calle. Subo a mi habitación ubicada en el último piso, un sexto sin ascensor. Abro la puerta, la temperatura ambiente es de cámara frigorífica. Como esas que hay en España en las carnicerías, en las que cuelgan las terneras diseccionadas de un gancho. Pues igual. El habla se convierte en vaho. Voy al baño y no sale agua del grifo. Nos habían prometido en recepción que no sólo había agua corriente, sino agua caliente. Levanto la tapa del wc y veo hielo. Nunca antes había visto el agua de un wáter congelada. Bajo a recepción. Seis pisos arriba, seis pisos abajo, así se entra en calor, y sin gastar dinero. Dicen que sí hay agua, y además caliente. Pero, desafortunadamente, en estos momentos todas las tuberías del hotel están congeladas y no sale agua del grifo, ni fría ni caliente. Nos piden paciencia ante las inclemencias del tiempo. En las habitaciones no hay calefacción. Sin embargo, hay un ordenador con conexión a internet. Asombroso. Con el anorak puesto, y una manta super gruesa en las piernas escribo un mail. Se me quedan los dedos congelados. No puedo seguir tecleando.
La única calle de Fei Lai Shi
Este es el problema del Noroeste de Yunnan. Para entrar en
calor, todo lo que puedes hacer es: subir montañas o buscar una botella de más
de 40 grados de alcohol. Pero claro, no te vas a pasar el día bebiendo o
haciendo ejercicio. No hay ningún sitio con calefacción, estufa, chimenea o
brasero en Fei Lai Shi. Así que me meto en la cama con la manta eléctrica. No me gustan
las mantas eléctricas. Son un poco la tostadora averiada: se te quema
por un lado, no se tuesta por el otro. A eso de las siete de la tarde bajo a
recepción y le digo a la tipa: “Pero
oigan, ¿cómo pueden vivir así? Se me está cayendo el moco?”. Y va la tía y
me dice: “Ah, haber cogido una habitación
con calefacción”. ¿Quéeeee? Se lo cuento a la malaya. ¡Menuda intérprete que
me he buscado! Lo mismo se sorprende ella. La recepcionista preguntó si
queríamos una habitación con vista o sin
vista. Y ahora dice, que la habitación
con vista también tenía calefacción además de vista. Y ¿por qué no lo dijo?
¿Qué otra cosa tiene que hacer -para los tres clientes que tiene- que
informarles de los tipos de habitaciones? Grrrrr. Si queremos cambiarnos, tenemos
que pagar toda la tarifa de las dos habitaciones, la heladora y la normal.
Fei Lai Shi es -aparte del mirador del Kawagebo- lugar de salida a Yubeng. Este era mi objetivo secreto (ni se lo había mencionado a la malaya para que compartiera el coche conmigo hasta allí). Yubeng es un pueblo aislado cerca de la frontera con Tibet al que no llega la carretera. Sólo se puede alcanzar a pie. A menudo, lo describen como el Paraíso en la Tierra. El problema es, que llegar hasta allí no es un paseo de placer lo que se dice placer, son 18 km cuesta arriba, con hielo, a unos 3700 metros de altitud. Me moría de ganas de ir, pero no me atrevía a ir sola, y tampoco con la malaya, porque no me iba a servir de mucho, a parte, de darme una conversación incesante.
Total, que voy al bar. Veo a un grupo de chavales chinos equipados hasta los dientes, y les digo que me gustaría ir a Yubeng, pero no sé cómo. Y ¡uala!, resulta que ¡todos van a Yubeng al día siguiente! Les digo, que voy con la malaya, pero que no somos montañeras ni nada de esto, y que bueno, si fuera posible seguirlos para no perdernos y tal. Jo, fueron super majos, dijeron que sí enseguida. Hice la maleta y me fui a dormir. Al día siguiente habíamos quedado a las cuatro de la mañana. No pegué ojo en toda la noche de la emoción, como cuando de niña me iba de excursión. Solo que estaba un poco preocupada porque me parecía que esta excursión estaba fuera de mi capacidad física.
Fei Lai Shi es -aparte del mirador del Kawagebo- lugar de salida a Yubeng. Este era mi objetivo secreto (ni se lo había mencionado a la malaya para que compartiera el coche conmigo hasta allí). Yubeng es un pueblo aislado cerca de la frontera con Tibet al que no llega la carretera. Sólo se puede alcanzar a pie. A menudo, lo describen como el Paraíso en la Tierra. El problema es, que llegar hasta allí no es un paseo de placer lo que se dice placer, son 18 km cuesta arriba, con hielo, a unos 3700 metros de altitud. Me moría de ganas de ir, pero no me atrevía a ir sola, y tampoco con la malaya, porque no me iba a servir de mucho, a parte, de darme una conversación incesante.
Total, que voy al bar. Veo a un grupo de chavales chinos equipados hasta los dientes, y les digo que me gustaría ir a Yubeng, pero no sé cómo. Y ¡uala!, resulta que ¡todos van a Yubeng al día siguiente! Les digo, que voy con la malaya, pero que no somos montañeras ni nada de esto, y que bueno, si fuera posible seguirlos para no perdernos y tal. Jo, fueron super majos, dijeron que sí enseguida. Hice la maleta y me fui a dormir. Al día siguiente habíamos quedado a las cuatro de la mañana. No pegué ojo en toda la noche de la emoción, como cuando de niña me iba de excursión. Solo que estaba un poco preocupada porque me parecía que esta excursión estaba fuera de mi capacidad física.
Que chulo. yo estaría asfixiado y beodo. estoy descansando mucho, mejorando la vista pero con más pruebas.
ReplyDeleteEso, a descansar y a cuidarse, la salud es lo primero.
DeleteAquí ando poniéndome al día. Qué fotazas de las montañas. Aunque yo no sé si sobreviviría sin calefacción, si ya me congelo en Shanghai...
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