Saturday, June 29, 2013

El extranjero II


(Continúa)


Habían pasado los meses sin que E supiera nada del extranjero. Cuando el otro día, a las dos de la mañana, suena el teléfono:

-Extranjero: “Hola, soy yo. ¿Me acompañas a robar uno de mis coches a mi propia casa?”.

-E: “¿Cómo dices?”.

-Extranjero: “Sí, que necesito un coche, estoy harto de coger taxis, y están todos aparcados en mi casa, donde vive mi mujer. Me da miedo ir solo”.

-E: (Flipado. Porque no sabe de él desde hace mucho, y ni siquiera sabía que estuviera casado o le gustaran las mujeres) “Pues no, no te acompaño. Es que, mañana trabajo y me levanto a las seis y media”.

E vuelve a quedar con el extranjero. Esta vez aparece en un Bmw y le cuenta la siguiente historia.

Sus padres, empresarios, querían extender su negocio en China. Hace casi veinte años que le enviaron a este país, y amplió el negocio familiar exitosamente. Estaban ganando mucho, mucho, mucho dinero. Conoció a una joven china y empezaron a salir. Una joven de origen muy humilde.  Al cabo de unos meses se quedó embarazada. Él no comprendió la situación porque había sido muy cuidadoso. Cuando examinó los condones restantes, se percató de que habían sido perforados con agujas. Una práctica común entre las chinas y japonesas, para obligar a comprometerse a los novios indecisos (por lo que me van contando últimamente). Se lo tomó como un tema cultural: la importancia del matrimonio. Así que se casó, al fin y al cabo era su novia, y ese iba a ser su hijo.

Una vez casados, ya no era la joven china “sumisa” (esto es una fantasía occidental, los asiáticos, son cualquier cosa menos sumisos) e inocente que había conocido. Era una mujer ambiciosa: quiero esto, quiero lo otro y tú haces lo que digo yo. En fin, ¿por qué no satisfacerla si se puede? Pero nada era suficiente para ella, era un agujero negro. Él se decía, pero, si antes con lo que ella ganaba casi no le llegaba para comer, ¿por qué ahora me exige coches, Louis vuittones, joyas… de una manera tan feroz?

Ella enfermó y durante un año estuvo inhabilitada. Iba en una silla de ruedas y él era su enfermero, la cuidaba con esmero. Pero cuando se recuperó, en vez de estar agradecida, tenía cada vez más necesidades y peor carácter. Hubo un conflicto de personalidades, porque el extranjero había sido educado en el trabajo duro y la austeridad. Al extranjero, no le gusta tirar el dinero, no entendía la locura del lujo asiático. Vivían en una casa de cuatro plantas en la Concesión Francesa, tenían varios coches, ella tenía un armario casi paralelo al de París Hilton. No era suficiente. Cada día le gustaba menos su mujer, y empezó a no acostarse con ella; simplemente, porque no le apetecía. Ella le echaba en cara que no cumplía con “su labor” de marido.

Empezó a encontrarse mal. Creía que tenía alergias y que ya se lo miraría cuando fuera a Occidente. Cada día estaba peor. Fue al médico, pero no tenía alergia a nada. El médico le dijo que alguien lo estaba envenenando. (Cuando lo vi, lo primero que pensé es que estaba enfermo, porque tenía un color blancuzco azulado). Le preguntó a su mujer: “Cariño, ¿me estás envenenando?”. Y ella le dijo: “¡¡Te voy a matarrrr!! ¡Desgraciadooooo, que no me das dinero!”. El extranjero buscó un abogado. Le dijeron que si su mujer lo quiere matar es un asunto conyugal que la pareja debe resolver, y la ley no puede hacer nada.

Poco tiempo después, vio que había unos agujeros gordísimos en el capital de la empresa. Descubrió que su mujer había falsificado su firma, iniciado una nueva compañía sin informarle, y moviendo el dinero de la empresa de él a la suya propia. Vamos, que lo ha desplumado.

Se dirigió a la ley, y le dijeron lo mismo, que si firma su mujer por él tiene casi la misma validez que si firma él. Se encontró con que China no es Occidente, y legalmente, está atado de pies y manos.

Al final se fue de casa porque la situación era insostenible, y a juzgar por los comentarios de E, porque estaba hecho polvo. Alquiló un apartamento para esconderse, reponerse y pensar qué hacer. Mientras, sigue recibiendo amenazas de muerte de su mujer y lo más doloroso, mensajes de su hija –su madre le ha lavado el cerebro- que dicen: “¡Papá cabrón! ¡Nos has abandonado y te has llevado las tarjetas de crédito!”.

Y es en este período de aislamiento que decidió probar suerte con los hombres para ver si le iba mejor que con las mujeres, y conoció a E. E tiene un olfato infalible para los expedientes X. E pregunta: “¿Tú crees que yo puedo ser feliz con alguien que tiene tantos problemas?”.


Como no hay foto (obviamente), pongo estas que pueden hacer las veces, de Wendi Deng y su sweet heart.
http://gawker.com/5926705/it-was-like-a-war-zone-a-former-nanny-for-rupert-murdoch-and-wendi-deng-speaks-out
http://shanghaiist.com/2013/06/14/true_love_is_dead_rupert_murdoch_divorcing_wendi_deng.php

Thursday, June 27, 2013

El extranjero I

Wayne Thiebaud, "Cakes", 1963.


Hace ya meses que esto sucedió. E quería presentarme a alguien que había conocido recientemente. Íbamos a cenar, pero antes, fuimos a tomar algo.  Como la coctelería no abre hasta las 7 y media, fuimos a un sitio muy cerca de allí, en el que nunca había estado pero siempre que había pasado me había fijado que estaba vacío. Se trataba de una pastelería francesa que también es cafetería, pero que si no entras hasta el fondo del local no te enteras de que es cafetería. ¿Qué sabía de este tipo? Que era un extranjero en sus cuarenta y algo, con mucho dinero, interesado en E, y E no del todo interesado pero tampoco desinteresado en él.
E tiene un talento inequívoco para encontrar a los seres más extraños que haya en la superficie del planeta Tierra. No en vano, es mi amigo.
El extranjero hablaba, hablaba y hablaba, de esto, de lo otro. Sin parar, sin pausa. Aquello era un monólogo, un aburridísimo monólogo. Estábamos solos y sonaban canciones románticas italianas a todo volumen, en plan: Eros Ramazzotti, Laura Pausini y cosas por el estilo. Nos sirvieron un té que era un azucarillo puro y duro. El amigo de E se pidió 4 pasteles de esos venga nata y crema por aquí y por allá, y se los comió uno detrás de otro, diciendo: “Hoy me pedía el cuerpo azúcar”. Debió notar mi cara de aburrimiento profundo y empezó a hacer voces, en un penoso intento de resultarme divertido. El más interesado en la conversación parecía el pastelero, en su cafetería a la que nunca entra nadie, se sentó en una mesa sospechosamente cercana a la nuestra, cuando todas estaban vacías. Sacó dos bandejas con pasteles de la cocina y empezó a organizarlos una y otra vez. ¡Cielos! Estuvo tocando los pasteles durante media hora. El té azucarillo me estaba retorciendo el estómago. La música empalagosa, el olor a ambientador, y definitivamente: el extranjero me estaba haciendo enfermar. Aquel tipo era uno de esos vampiros que te chupa toda la energía vital en un rato. ¡No podía más! Hubiera preferido antes la muerte que cenar con él. Así que, abruptamente me levanté y le corté la conversación, porque no pensaba detenerse jamás. Les dije que estaba cansada y me iba a casa. Lo cual no sonó muy creíble, miento muy mal. Pero hasta ahí había llegado la cosa.
Fue salir de allí, empezar a caminar y recuperar la energía. Llamé al Sr. X para cenar.
Al poco de irme, el extranjero empezó a llorar y a llorar –me contó E- y a decir: “Buahhhh… a nadie gusto….buahhh”, y otras lamentaciones. E estuvo unos días atormentándome, diciéndome lo mal que me había portado, cómo le había hecho yo quedar delante de su amigo, que si no iba a presentarme nunca más a nadie y bla, bla, bla… Me pareció una reacción exagerada a mi liberación. Después de aquel día, el extranjero desapareció. No volvió a ver E ni a contestar a sus llamadas. E siempre me culpó de esto. Pero, ¿qué había hecho yo? E tardo casi un mes en perdornarme.

(Continuará en el próximo capítulo)

Monday, June 24, 2013

"Seven samurai"

Es un peliculón de Akira Kurosawa, de 1954. Está ambientada a finales del siglo XVI, en la época de los estados en guerra, dos siglos de  constantes batallas entre ellos mismos.
Un pueblo va camino de su extinción. Los bandidos les robaron la anterior cosecha y están esperando a la nueva, para atacar de nuevo. El sabio del pueblo dice que su única oportunidad para sobrevivir es buscar samuráis que los defiendan. Pero, es tarea ardua, ya que los samuráis son muy orgullosos y los campesinos no tienen nada con lo que pagarles salvo con arroz. El sabio del pueblo dice que tienen que buscar “samuráis hambrientos”.
Se libran unas batallas preciosas. Aquí el tráiler.