Monday, February 27, 2017

Las excursiones XIX

Antes sólo podía poner mis pies sobre el asfalto, tenía una especie de fobia al campo(hasta hace 8 años o así). Si una ciudad tenía diez millones de habitantes más que otra, tanto mejor. Pero ahora, las ciudades no me interesan nada: son todas iguales. ¿Se han fijado que tienen hasta las mismas tiendas? Entro en éxtasis en la naturaleza. Y sólo si es bella, claro. Es un esfuerzo buscar, pero vale la pena.
Y me siento musgo, viento y roca: ¡todo en uno!
En este embalse vi dos patos salvajes negros. En otro sitio, un pájaro pequeño con una cresta de plumas.
Huellas de pájaro. También había huellas de ciervo.
 El suelo era un espejo dorado de suavísima arcilla.
 
 


Monday, February 20, 2017

Las excursiones XVIII

Foz de Arbayún
Los conejos parecen tontitos y despreocupados, pero nada de eso, hilan mucho más de lo que parece.
El sábado me levanto y cacharreo entre las cosas de Joselito. De pronto, veo que se ha escondido debajo del mueble. ¡Se cree que me lo voy a llevar al monte a la fuerza otra vez!
¿Y cómo sabe que fue exactamente hace siete días cuando lo saqué de casa? Quizá porque a diferencia de los días laborables no hay ruido de las obras. Y hace el mismo rato que ha amanecido que la última vez. Y ve que llevo las zapatillas del monte...
Esta vez atendí a sus deseos y lo dejé a sus anchas en casa solo.
Navascués
 Foz de Burgui

Sunday, February 12, 2017

Las excursiones XVII

Como adelanto de su inminente cumpleaños le he regalado a Joselito un transportín nuevo -porque el otro se le quedó enano enseguida- y una correa de perro de 5 metros -la que venía con el arnés de conejo era una goma de un metro de longitud.
Tenía yo más ganas que él de estrenar sus regalos. Como estos días estoy de obras, hace mucho que no sube a la terraza ni come nada del huerto. Está todo el día en casa y casi no le da la luz del sol. Así que, el sábado tocaba naturaleza.
Busco un sitio que no esté muy lejos donde parar, pero leo: "Batida de jabalí". Están pegando tiros, pues ahí no vamos. Unos kilómetros más adelante veo un sitio que nos puede interesar.
Definitivamente, me ha dejado claro que no quiere y no quiere, y no me empeñe que no quiere, ir al monte. Primera parada, abro la puerta del transportín, espero cinco minutos pero no hace amago de salir, lo saco a la fuerza porque mi paciencia es muy escasa. Dió un zapatazo en el suelo -sólo dió otro la única vez que lo llevé al veterinario en su vida. Es la manera que los conejos tienen de mostrar su miedo, enfado e indignación, todo en uno. Empieza a comer hierbas. No se separa de mi tobillo, pánico al espacio abierto.
Parece un pueblo abandonado con el encanto de las cosas que se dejan en paz. De pronto, aparece un señor ansioso por conocer a Joselito. Dice que viene todos los días porque tiene tierras que cultivar. También una de las casas es suya, pero no tiene tejado, ni ventanas, ni puerta. Le digo que es un lugar maravilloso. Él se queja de que allí no llega el tendido eléctrico y  tampoco tiene agua. Le digo que puede poner placas solares y se echa las manos a la cabeza. Dice que día sí, día no, vienen a robarle... Y eso que no parece que haya nada donde rascar. ¡Le están quitando hasta las piedras de la casa! También le robaron un puchero viejo y dos platos que utilizaba para hacerse la comida. Por lo visto, es lo que hay en la bella España. Si no tienes vecinos que vigilen, y no estás, te quitan hasta los muros. Me dice: "¡Uy, qué conejo tan cariñoso!". Pienso que se le está haciendo la boca agua mientras lo mira.
Se oye ruido de velocidad, parecen motos. Joselito está cagadito de miedo. No reconoce ese sonido. Se intenta esconder entre las zarzas, se le engancha el arnés, la correa. Empieza a dar bufidos. Primera vez que le escucho protestar, está furioso. Siempre-siempre, tiene un carácter excepcionalmente bueno... Salvo si lo fuerzo a ir de excursión. Llega un coche con cuatro jóvenes. Las dos chicas vienen corriendo a conocer a Joselito. Dicen que parece un gato. ¿Un gato? Luego, hablan con el señor al que le roban las piedras. Joselito me muerde, no puede más con la naturaleza. Lo cojo en brazos, y nos vamos.
Hay un poco de nieve junto a la carretera, así que, como pasamos cerca de la Foz de Arbayún pienso que puedo echar un ojo en el mirador y ver cómo está. Cuando llego está cortado el tráfico, hay un rally. Me doy media vuelta y me marcho. Qué concurrido está el campo los fines de semana. 
Voy a un pinar y le abro la puerta a Joselito para que salga a pasear. Espero 10 minutos sentada en el coche a que le pique la curiosidad y salga por sus propios medios a investigar. Me mira y me dice: "Vas dada si crees que voy a salir". Pues nada, nos vamos a casa.
Ir de viaje con Joselito siempre es estresante. Creo que la excursión que más le gustó fue al piso de mi hermano en Navidad. Le gusta mucho más el radiador que el butano.
Cuando llegamos a casa, Joselito se escondió debajo de un mueble. No hacía eso desde gazapo. No me dejó ni quitarle el arnés hasta mucho rato después y sólo a cambio de un trozo de manzana.