Wednesday, November 30, 2016

El señor conejo y la señora del conejo

La mirada ovoide
Joselito es "El conejo del pueblo", y yo soy "La señora del conejo" (según la conversación de las señoras en la tienda de comestibles).
Qué alto está. Cuando estoy en la cocina se pone de pie para pedirme que le de algo, lo que sea, pero algo. Si se estira del todo me llega a la cadera. Espero que no aprenda a abrir el frigo. Ya es mayor de edad, hizo 9 meses, algo más de 18 años en el equivalente humano.
 Il dolce far niente...Mmmm.
Esa cara de interesante sólo se la pone a la cámara, nunca a mí.

A menudo, voy a hacerle una foto cuando lo veo todo tirado, abandonado al dolce far niente. Y entonces, en que ve la cámara, se incorpora rápido y posa. Además, posa como para un retrato monárquico o militar. Y cuando disparo, cambia de pose. Me hace un perfil, un tres cuartos... rancio, rancio, rancio. Pero ¿cómo sabe este conejito lo que es la fotografía y lo que es posar y todo eso? Me deja atónita. Igual tiene una cuenta en Facebook y ni siquiera lo sé. 
Vale, sí, le enseño en el móvil cómo ha salido, pero creo que no lo ve bien. Además, cuando le enseño el móvil sólo piensa en comerse la funda.
 Arriba tres cuartos, acto seguido, un perfil.
El otro día se cayó de la mesa por hacer el loco. Y al caer, pisó mal y la uña del dedo gordo la tiene ahora 90 grados al este. Pasó dos días malos, después volvió al trapecio.


Saturday, November 26, 2016

Las excursiones XIII

Mmmm... Las montañas... Mmmm... Aguas cristalinas.
 Ansó (Huesca)
 Grato paseíto por el Valle del Roncal y el Noroeste de Huesca.  
 
Todo era maravilloso pese a la lluvia.
Anoche, a última hora, miré yahoo tiempo. Pronosticaban en toda la zona un sol radiante. Sol radiante a las 10, sol radiante a las 11... sol radiante a la 1, sol radiante a las 2... Pues se han lucido con el pronóstico. Ha sido llover sin parar todo el día. Tampoco hay que hacer un drama de la lluvia, es sólo que no tengo ropa adecuada. Las zapas se me han calado enseguida. Llevaba el paraguas plegable de las emergencias en el coche y el viento le ha dado la vuelta nada más abrirlo.
Además, anoche preparando la mochila, me cercioré de que había dejado en China todos los guantes zarrios y me había traído sólo los de seda, los de piel... Así que, me he ido sin guantes. Antes se me caigan los dedos que se manche un guante bonito. Tengo como media docena de chubasqueros de verano de colorines. En todos cala la lluvia y si me engancho en una zarza adiós impermeable. No puedo resistirme a los chubasqueros de colorines inútiles, la atracción es superior a todo raciocinio. Da igual, ha sido una ruta sobretodo en coche, y maravillosa.

Wednesday, November 23, 2016

"Ten cuidado bonita que son muy mala gente"

Los antiguos dueños


La primera vez que puse los pies en este pueblo para ver la casa, una lugareña me advirtió: "Uy, la casa de los 'fulanitos'... Ten cuidado bonita que son muy mala gente". Dicho esto, me quedé con el dato y poco más. Luego supe que es una familia famosa en la provincia. Tenían y tienen muchas casas, tierras... Uno incluso, es un político que está en el ojo de mira por ser sospecho de haber robado una cantidad de dinero público, de esas que tienen tantos ceros que al leerlas, en un primer momento, no acabas de comprender cuánto es.
Mi casa me pareció muy grande y barata, pero necesitaba grandes obras, como el tejado por el que se filtraba el agua. Incluía una lancha sin estrenar pero llena de polvo, algunos muebles antiguos buenos, de los valen dinero. El que me enseñó la casa, el consorte de la hija de la dueña, un fanfarrón, un jeta, decía que todo lo que estaba en la casa se quedaba allí menos dos espejos y un mueble. Sin duda, las mejores piezas. Le pedí que hiciera un inventario por escrito de lo que se quedaba y de lo que se llevaba. Pero dijo que ni hablar, no tenía tiempo para ello.
Pues qué hacer, yo quería la casa. España, aún en plena crisis inmobiliaria, era muy cara. En mi situación era: o esta casa, o irme a Tailandia otra vez y montar la resi allí. Pero ahora me apetecía España. Le pagué a un arquitecto para que analizara el edificio, por si estaba mal la estructura y yo no sabía verlo. El consorte decía que no necesitaban el dinero. Pues si no necesitas el dinero, ¿para qué vendes una propiedad? ¿Qué otro motivo puede haber?
El tipo de la inmobiliaria me da el contrato de arras: ¡Arrea! Pone que si yo me echo atrás pago el doble (lo normal), pero que si el vendedor se echa atrás no pasa nada. ¡Vaya cara más dura! Corrige el contrato de arras y lo firmo.
Delante del tipo de la inmobiliaria, de su ayudante, del arquitecto, de mi hermano y de mi, el caradura dijo que todos los muebles (excepto esos tres), lancha inclusive, se quedaban en la casa. Pues bien, pasaron las semanas, yo estaba deseando mudarme. Y me llama el de la inmobiliaria: "Oye, mira, yo trabajo para él, pero es que este tío, tiene una cara que no es normal y quería avisarte... Está vendiendo todo lo que está dentro de la casa. Ha vendido ya las cosas más valiosas, y ahora te va a llamar a ti para venderte el resto... No entres al trapo, dile a todo que no, que no y que no". Casi se me cae la mandíbula al suelo: ¡Querer venderme lo que ya me ha vendido! ¿Qué podía hacer? El había dicho delante de cinco testigos que vendía la casa con lo que tenía dentro. ¿Qué iba a hacer? ¿Meterme en juicio? Me tranquilicé y pensé que lo que yo quería era la casa, no los muebles. Efectivamente, me llamó para venderme lo que ya había comprado. Ni más ni menos, me ofrecía la mesa del comedor -que está bastante hecha polvo- por seiscientos euros. Aquí empezamos ya a tener unas palabras poco gratas el uno con el otro.
Llegó el día de la venta. Antes de firmar ante el notario, les dije que iba a ver la casa otra vez, porque igual ya no la compraba y les ponía una denuncia. Cuando llegué allí, estaba hasta el abuelo revolviendo entre las cosas, intentando arramplar con todo, cargando en un camión una docena de fabulosas sillas. Una habitación estaba llena de frascos de farmacia antiguos muy bonitos, pero se los habían llevado todos. En otra habitación había juguetes antiguos, algunos muy chulos, como una máquina de pinball pintada a mano, se habían llevado todos los buenos y dejado los zarrios. Tres negros enormes estaban sacando la lancha a hombros de la bajera. Se habían llevado hasta la lavadora: "Porque la necesitaban", según sus propias palabras. Se me quedó una cara de idiota. ¿Qué haces en una situación así? No firmas y pierdes el contrato de arras. Los llevas a juicio, pagas un abogado, y como tienen más dinero que tú, tienen un abogado mejor y ganan el juicio. La mujer del jeta, dice enloquecida que de ninguna de las maneras estaban incluidos los muebles en la venta de la casa. Que si bli, que si bla... Fui al notario, compré la casa, e intenté olvidar que los había conocido. Al fin y al cabo, seguía habiendo un montón de muebles, los menos valiosos. Y yo no me iba a hacer anticuario, y ni siquiera es una cosa que me fascine ni mucho menos. Me habían tomado el pelo, había que pasar página rápido.
Encontrado en la mesilla de la mujer del jeta

Llevo una semana viviendo en la casa y me llama por teléfono la hija de la dueña (que por cierto, habían vendido la casa sin que su madre lo supiera, con un poder) y me dice: "Oye, a ver cuándo te viene bien y paso por la casa a recoger el sofá, los dos butacones y la lámpara de lágrimas del salón". Me deja perpleja. Le recuerdo que esta ya no es su casa, que la ha vendido. Se pone como loca: empieza a llorar, a gritar, a patalear, a consumirse de rabia. Su madre está enferma y le ha pedido que se lleve esos muebles. Pues que se los hubiera llevado antes. Dice que después de llevarse esto ya no va a venir a llevarse más muebles, y que si quiero, vamos al notario y que haga un papel que diga que ya no me va a molestar más. La mando a tomar viento fresco. Me amenaza con cortarme la luz. No han querido darme los datos de a qué nombre, de todos los miembros de su familia, está inscrita la luz, ni con qué compañía. Llamo a Endesa, llamo a Iberdrola... Si no sé quién es el titular no puedo hacer nada. El de la inmobiliaria dice que es ilegal que me corten la luz una vez que estoy viviendo allí. Dice que lo ha pasado fatal con ellos, porque han vendido otra casa a otro tío y casi han acabado a puñetazos. Después de mucho revolver entre su mierda, encuentro finalmente una factura, me apresuro en llamar y cambiarla a mi nombre. Al día siguiente me llama el jeta, gritando y con amenazas asusta niños. Dice: "Tú no sabes con quien estás hablando...". Haciendo ecos a un caciquismo del siglo XIX. No me lo puedo creer. ¿Esta gente de dónde se ha escapado? Lo mando a la mierda y le cuelgo el teléfono.
Unos días después, desde el estudio, oigo su voz, está hablando con un tipo en la calle. Un minuto después suena la aldaba. No abro.
Uf, pienso que al fin ya me he deshecho de esa gente odiosa. Pues no. Se pone en contacto el de la inmobiliaria -porque el jeta temía que no quisiera hablar con él ya que la última vez le había dicho cuatro cosas- y me dice que ha llegado una factura de la luz, de la cual, mes y medio fue cuando la casa fue suya, y mes y medio cuando fue mía. Y me está diciendo que quiere que le de cincuenta euros. Esto es la gota que colma el vaso, después de que si no es por mí, no cambiamos nunca el titular de la luz. A partir de aquí, se empiezan a poner superpesados con un montón de mensajes, de facturas antiguas... ¿Pero no decían que no necesitaban dinero? ¿Es para comprarle caballo a su consorte? Les dije que le pidieran cuentas a Iberdrola, que tarda cuarenta días en cambiar el nombre del titular.
Pasados los meses estaba convencida de que nunca más volvería a saber de ellos, que se difuminarían entre el resto de ciudadanos. Cuán equivocada estaba... El otro día me llega una carta certificada: El impuesto del incremento del valor de los terrenos. ¡Dos mil eurazos! No sabía lo que era, así que, me documento. Si ustedes tampoco lo saben, es un impuesto de naturaleza más que dudosa, que dice que con el paso de los años, los terrenos aumentan de valor. En internet dicen que es un impuesto en vías de extinción. Cuando fue la supercrisis y los pisos ya no valían lo de antes, los ayuntamientos empezaron a cobrar este impuesto a troche y moche para recaudar de donde fuera. Se montó la de San Quintín, la gente se preguntaba cómo podían decir que el terreno valía más cuando todo se había devaluado. Y muchos nunca se llegaron a cobrar. Hay abogados que se dedican casi exclusivamente a esto.
Mi caso era mucho peor. Por ley, ha de pagar este impuesto el que vende, no el que compra. Sin embargo, en las escrituras, ellos se encargaron de poner que lo iba a pagar yo. Y fui tan tonta que yo lo firmé. Me leí las escrituras detenidamente, pero como no sé nada de estas cosas, me pareció todo estaba bien, y que ese impuesto, debía ser el IBI o algo así. Y oigan, el notario buscado por el jeta, no dijo ni mu, calladito como un zorro. No me lo puedo creer. Total, he tenido que buscar un abogado. Y como me descuide voy a tener que pagar el impuesto + el abogado.
Estas son mis últimas inquietudes.

Thursday, November 17, 2016

Hermético

Antes

Qué lento, pero qué lento va todo. Fueron vacaciones y después fueron fiestas. Uno perdió un documento y el siguiente al que le pasó el duplicado, lo volvió a perder. Welcome to Spain...
Lo importante es, que las cosas "van", a paso de tortuga, pero van.
Esta semana los carpinteros han colocado algunas puertas. Estoy SUUPER CONTENTA. Las puertas viejas tenían cien años y ya no daban más de sí. Abrir el balcón y quedarte con toda la balconera en brazos, como un muerto. No aislaba el frío, y mucho menos el ruido. Me estaba volviendo loca del ruido. Y ya ven: solucionado.
Después

Antes
Balconera taponada con trastos. El antiguo dueño me dijo que el vecino entró una vez por esta puerta para "ver si había algo de valor con lo que arramplar". Ahora cierra, y entra luz, ¡yuju!
Después


Antes
En el dormitorio y en el estudio he puesto cristales acústicos, porque aunque es un pueblo muy pequeño, es muy ruidoso. Los coches, las voces, los niños, los bares... Los cristales acústicos son una pasada. Se nota MOGOLLÓN. Al fin y al cabo sólo vale un poco más. Si no fuera porque me esperan obras monumentales, los hubiera puesto todos acústicos.
Me empeñé en que quitaran el marco viejo en el estudio porque es poco luminoso y no quería perder más luz. Fue casi apocalíptico. Estaba incrustado en el muro, y parecía que iban a tirar la casa entera a golpes. 
Después
He ganado un montón de luz con las puertas blancas.

La demoníaca puerta del dormitorio que no cerraba de ninguna de las maneras...
Los carpinteros fueron muy simpáticos. Vinieron desde Teruel. Cobraban la mitad que los carpinteros de mi provincia. Además, me regalaron una garrafa de aceite de oliva de su pueblo, qué detalle.
Ahora mi vida es infinitamente mejor.
La casa ya no está en la ruidosa calle Mayor de un pueblo, ahora es un castillo ambulante ajeno al mundo exterior.