Hong Kong VI: La incomodidad

HK me resulta incómodo con todos esos pasos de peatones elevados. Debo ser una vaga.

Incómodo como Pekín pero de manera distinta. En Pekín, las plazas, las avenidas, no son a escala humana, son tan grandes e inabarcables como el ideal comunista. Carreteras de 8, 10 carriles, plazas que tardas en cruzar -en diagonal- 20 minutos. Sin embargo, en HK, todo es pequeño y estrecho; pero, cada dos por tres tienes que subir escaleras y dar una gran vuelta, por el simple hecho de querer cruzar la calle. Demasiado vaga, demasiado esfuerzo.

En los restaurantes, a no ser que vayas a un sitio muy caro, siempre tienes que compartir mesa con desconocidos. Y no hay ningún sitio donde poner el bolso, porque cada silla es dinero, es un comensal más. Entonces, tienes que comer con el bolso en las piernas o en el suelo. Y el pasillo es tan estrecho que cada vez que pase alguien te va a rozar el codo: hacinamiento.
Casi todos los restaurantes en hora punta tienen cola. No los mejores, o los más baratos, sino, casi cualquiera. Y la gente espera pacientemente 20 minutos para que les echen cualquier cosa de comer. En la foto de abajo cuento a unos treinta esperando que se quede una silla libre. En el barrio que me alojaba, no sé si por ser año nuevo, pero todos los restaurantes estaban así. Un día, después de buscar un sitio en el que cenar durante más de una hora, al final acabé en el supermercado.

Algunos supermercados están abiertos 24 horas.

  A las 11 de la noche había unas colas largas para pagar.

 

Los hongkoneses tienen fama de clasistas, o por lo menos de tratar a los pobres como si fueran mierda. No sé si saben la desgracia que es tener un pasaporte filipino. Es más o menos, que en tu vida vas a poder tener dinero – a no ser que pertenezcas a la pequeña élite que tiene todo el dinero del país. Da igual lo que te esfuerces o que intentes ir a otro país a hacer fortuna: tienes la negra. Aquí vienen las chinas de manera ilegal a trabajar de prostitutas -la película "Durian, durian" trata de eso-, y las filipinas e indonesias a trabajar de asistentas. Es muy, muy barato –según tengo entendido- tener una asistenta de estos países. A menudo, oyes noticias de que viven en condiciones inhumanas, no les dan de comer, les pegan, las amenazan con quitarles el visado, y vamos, algunas básicamente trabajan por un bol de arroz. 

En China, es muy, muy difícil que una filipina consiga un visado para trabajar de asistenta. Porque, todo el mundo prefiere a una asistenta filipina –saben limpiar, saben cocinar, hablan inglés, tienen sentido común, y encima, sonríen- y las chinas se quedarían a dos velas.

¿Saben lo que había en los cruces elevados?

Había filipinas pasando el rato. Con su sueldo, no les llega para tomarse un café. Así que se sientan en el suelo. Y como no es gente sucia, se hacen unas habitaciones de cartón de lo más apañadas (observen el detalle de los zapatos fuera de la casita), en las que juegan a las cartas, hacen un picnic, se maquillan y hablan con sus amigas. De hecho, las ciudades tal y como están pensadas, necesitas dinero todo el rato, simplemente para estar. Pues ya ven, una alternativa son los cuartos de cartón, más baratos que la casa de hojalata.

Otro motivo por el que me parece incómodo HK es porque algunas calles tienen una cuesta tremendamente empinada. Sin ir más lejos, HK tiene las escaleras mecánicas más largas del mundo. Son varios tramos que se conectan, con una distancia total de 800 metros de longitud, y alcanzado 125 metros de altitud en su recorrido. Aún así, me sorprendió ver a más gente en silla de ruedas en la calle, de la que haya visto en ninguna otra ciudad. Me parecieron unos valientes. Entre el mogollón de gente que hay, los pasos elevados, una cosa y otra, menudo folletín.