En el
mismo pueblo de piedras grandes, vi dos casas más.
Ésta
tenía 300 años, perteneció a una familia de ganaderos y agricultores ricos en
la zona. Si en su día fue una gran casa -no le faltaban encantos-, hoy es una
gran ruina. Se filtró agua por el tejado y a la mierda todo. Primero me dijo un
precio, y se regateaba él solo. Se quedó por la mitad sin ni siquiera abrir la
boca yo.
La salida al jardín desde las cuadras.
El jardín.
El ático podía haber sido bonito tirando todo el tejado y haciendo uno nuevo.
El mismo tipo, tenía otra casa en el mismo pueblo. Una inmensidad de lugar, locura laberíntica, chapuza por aquí, chapuza por allá, con más de setecientos metros cuadrados. Era también una casa antigua, pero
se reformó en los años 70. Se hicieron falsos techos, se taparon las paredes de
piedra y se empapeló.
Su hija es estudiante de Bellas Artes, y me dice todo serio el tipo: "Soy su marchante. Si te interesa algo
podemos llegar a un acuerdo". Entre esto, y lo que me dijo luego, me
dejó claro que: o bien me tomó por idiota, o bien la gente está loca.
¿Y qué me dijo luego? Que había habido una plaga de termitas en el pueblo
hacía unos años. Y quiso asegurarse de que la casa estaba limpia antes
de hacer la compra porque a él no lo engañan. Y con un pico agujereó el techo de más de veinte habitaciones para ver el estado de las vigas. Agujereó
y nunca más lo cerró. Aquello parecía Beirut.
Finalmente me dijo el precio, dictado por un marciano, hinchó el pecho y
concluyó: "No te estoy vendiendo la
casa. Te estoy vendiendo los metros. Piensa que aquí (con un par de
millones de euros) podías hacer un hotel (en
este pueblo al que no viene nadie y en el que no hay ni pensión, por algo será)". Me despido.
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