Imagen de Clet Abraham
En España con la mayoría de edad -frecuentemente- la gente se saca el carnet de conducir. Yo aún no lo había hecho.
Siempre me ha parecido que todo lo que envuelve el tema automovilístico es
demasiado caro, e incluso, innecesario. Díganme ¿para qué sirve un coche en una
ciudad grande? Con lo fácil que es el transporte público, la bici, o simplemente
caminar.
En los últimos
tiempos -después de unos años en Shanghái- me habían entrado muchas ansias de
naturaleza por primera vez en la vida, una naturaleza que sólo se alcanza en
coche. Regresé a España y, en cuanto dormí un poco, fui a una autoescuela
cualquiera, la que estaba cerca de casa. Porque, con las autoescuelas pasa como
con la telefonía: intentar averiguar cuál es la más barata, o la mejor calidad-precio,
supone un estudio, un tiempo y un esfuerzo, al que no estoy dispuesta.
Así fue como
acabé en una penosa autoescuela. La teórica la daba un hombre mayor. La
explicaba muy bien. Aunque día sí y día sí, nos hacía un chiste machista. Me
dejaba con la boca abierta. Inculcando ideas machistas a las nuevas
generaciones de conductores. Un día se lo dije, y me miraron, no sólo él, sino
todos los críos, como si acabara de bajar de una nave espacial. Una semana
después me presenté al examen. Fui a tráfico, pero no me llamaban. La mongolita
de la secretaria había perdido mis papeles. Encima de que la tía hace mal su
trabajo, se pone a la defensiva, y me empieza a decir con su cara de bruja que
no me vendrá mal seguir estudiando para presentarme una semana después. De
verdad, qué asco le cogí a esta tía. Me quedé sin ir al concierto de Perlita en
Bcn por presentarme al examen para nada. Al final, para compensarme por las
molestias, me dieron dos clases prácticas gratis.
El examen teórico
fue coser y cantar, pero el práctico... De verdad, no creo que tenga un don
para la conducción, si no, ya se hubiera manifestado. Empecé a dar clases y más
clases con un tipo de pueblo horroroso. Me gritaba un montón -esto creo que
está muy extendido en el mundo del motor- y yo también le gritaba para que
dejara de gritarme. Él decía que se ponía nervioso. Y a mí, si me gritan, ya no
oigo nada. Sólo comprendo las dulces palabras. Qué profesor tan poco
profesional. Luego le dio por llamarme vieja, como lo oyen. Me comparaba con
los de 18 años, y me decía: "...a tu
edad no es lo mismo". Y bueno, me podía haber dicho una vez: "Con la edad las facultades
psicomotrices disminuyen". Suficiente. Una sola vez. Pero, no cada día:
"Es que a tu edad...Es que a tu edad...". Le
dije que era un maleducado. Y me dijo: "¿Quién
yo? ¿Por qué?". Faltaban dos días para el examen y aún no me había
enseñado a aparcar, no quería y no quería. Decía que no estaba preparada para
asimilar tal conocimiento. Pero si no me enseñaba, iba a suspender seguro. Como
él se negó fui al otro profesor, el de la teórica. Me lo explicó muy bien, y me
salió perfecto, a la primera, a la segunda y a la tercera. Ni yo misma daba
crédito. Parecía algo tan difícil. La gente me decía: "Ya verás. Cuando empieces a aparcar vas a flipar". Pues
sí, flipé, y expresé en voz alta: "¿Esto es sólo aparcar? Qué fácil, ¿no?".
Y va y me dice el viejales de mala leche: "¡Pues
vete al Todo a 100, te compras una medalla, y te la cuelgas!". ¿Cómo se
puede tener tanto vinagre? Para
entonces, ya me había dado cuenta que
el tema de sacarse el carnet de conducir no es otra cosa que: una prueba
iniciática en la que los mayores te dan permiso para pertenecer al mundo de los
adultos. Bienvenido a nuestro aburrido mundo, en el que hay que acatar muchas
normas y pagar por todo.
Tráfico se va de
vacaciones cuando todo el mundo quiere examinarse, en pleno verano, un mes
entero. Yo tenía mucha urgencia por sacarme el carnet, así que fui a examen,
sin estar lista, por ver un poco de que iba. Llega el profesor y dice delante
de todos antes de que empiece el examen: "¡Tú
no vas a aprobar ni de coña!", señalándome a mí. Qué chungo por favor.
Decidí cambiarme
de autoescuela. Pensar que le estaba dando mi dinero a esta gente que no sabe
lo que es la educación. Penosa pedagogía a base de gritos que te deja la
autoestima por los suelos. Que cada día te repitan que no podrás conducir...
puajjjjjjj. Yo les quitaba la licencia.
Se tomaron muy
mal que me cambiara de autoescuela. Cuando le expliqué a mi profesor por qué me
iba a otra autoescuela se quedó flipando, y después, ofendido, dejó de
hablarme. El caso es que, quería pagar lo que debía. Pero no me hablaban. Una
situación de lo más ridícula.
Continuará...
Unas sacaperras son las autoescuelas. ¿Y encima maleducados? Pues que se vayan a la m. Se lo merecen.
ReplyDeleteay, el mundo de las autoescuelas, escuela de vida y de entrada en el mundo auténtico de lo español. después de tanto tiempo fuera el shock tuvo que ser durísimo. sigo leyendo.
ReplyDeletesolo comprendo las dulces palabras. maestra.