Monday, May 18, 2015

Provincia de Sichuan VII: De Daocheng a Yading

Hay un gran despliegue policial por todo Daocheng, lo mismo que en Litang. A simple vista, parece que un tercio de la población sea policía. Le pregunto al conductor, y me dice: "¡Uf, son más pesados! ¡Están por todas partes!" (Traducción libre).
Finalmente, voy camino de Yading, la tierra soñada. Desde que vi fotos de Yading aquí, estaba emperrada con ir a este sitio, y estaba a punto de conseguirlo después de cuatro días de viaje.
No recuerdo a cuánto estaba de Daocheng, quizá de hora y media a tres horas en coche. Un viaje agradable, pero no espectacular, como el trayecto Kangding-Litang.
El conductor me deja en un sitio donde hay que comprar un ticket y se marcha. Ni idea de dónde estoy. Yo pensaba que tal y como había leído en internet, Yading era un pueblo, lleno de lugares en los que alojarse, con guías y un abanico extenso de posibilidades para abordar las montañas. Pues bien, tengo un ticket para ir no sé a dónde. Llega un autobús lleno de chinos. No consigo hacerme entender. No sé a dónde va el bus, lo mismo va de vuelta a Daocheng. Llamo a Marta -mi salvadora- pero no coge el teléfono. Al final, sale una china de la nada que habla algo de inglés y me dice: "Sube al bus". Pues, subo al bus. Va montaña arriba. Un viaje largo. De pronto el bus para, el conductor que es muy rudo -debe estar acostumbrado a lidiar con turistas chinos indomables- me dice: "Tú te bajas y te registras en este hotel". A sus órdenes. Hago lo que dice, y dos chinos más también. Los otros se quedan en el bus. Y añade: "Y como no te des prisa te quedas aquí". Los tres que bajamos a la carrera, cogemos una habitación. Es super caro y parece una pocilga, es una pocilga. Dejo la maleta y me monto en el bus. Seguimos por la carretera.
Seis o siete chinos bajan del bus en otro hotel y se quedan allí.
Nos llevan a un mirador desde el que se ve una montaña bellísima.
Seguimos el trayecto. No sé a dónde voy en ese autobús. Sólo sé que no he desayunado, no he comido, sólo me queda medio botellín de agua, y me pregunto si vamos directamente a la montaña, porque es muy tarde (la una y media) y ni siquiera me ha dado tiempo a cambiarme de calzado. Además, me doy cuenta de que con las prisas no he cogido una tarjeta del hotel donde he dejado la maleta, y no sé cómo voy a volver. Marta la salvadora llama. Le paso el teléfono a unos chinos que están al lado. Y flipen, lo que le dicen: “No te preocupes. Nosotros también somos turistas. No sabemos a dónde vamos. Ni idea de si nos llevan a comer o a hacer alpinismo, pero lo pasaremos bien”.

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