Wednesday, February 12, 2014

Corea: La isla Jeju V


En el hostal conocí a Karen y a Kim (Nos dijo que podíamos llamarle Mr. Kim, pero sólo tiene 24 años y no lo llamamos Mr. Kim ni una sola vez. ¿A santo de qué tanta pompa?). Karen es de la provincia de Henan, pero estudia inglés en Tianjin, y éste es su primer viaje al extranjero. Kim es un estudiante de medicina coreano que vino a conocer la isla durante sus vacaciones. Kim paseaba por el hostal con uno de esos pijamas de animales.
Se acercó a nosotras y nos dijo que había alquilado un coche y quería llenarlo de mujeres (esto no lo dijo con estas palabras pero eso es lo que vino a decir) ¡Qué más podía desear una turista que un chófer coreano! Al día siguiente salimos juntos del hostal.
Qué luz tan rara a las 9 de la mañana.
En realidad, teníamos intereses opuestos, pero lo de compartir coche era un planazo. Karen quería ir al museo de los ositos de peluche, y la llevamos, pero la esperamos fuera tomando un café. Salió con ojos de loca, como si se le hubiera aparecido la Virgen María de la mano de Mimosín en el museo. Fue debido a que vio un osito de peluche vestido de Louis Vuitton con su maletín y todo, y entró en trance místico. Karen es china.
Jeju está lleno de museos insignificantes. En realidad, son iniciativas privadas; en vez de abrir una tienda, abrir un museo, que parece atrae más visitantes, y de paso venderles no sólo el ticket sino todo lo que se pueda. Con ver uno tuve bastante. Fuimos al museo del té, que lo anunciaban a bombo y platillo, y resulto ser una tienda. Un edificio muy cuco, un campo de té de muestra, media docena de servicios de té en exposición… y ya, a comprar y a  consumir sin tregua. En mis 5 power points sobre el té, tengo información como para abrir dos docenas de museos del té.
Finalmente probé el matcha. Hacía mucho que tenía ganas de probar ese caldurrio verde tan bonito. En la foto un matcha con leche y espuma, estilo capuchino pero en té. Estaba rico, algo empalagoso, pero el último trago era amargo, pero qué amargo era Dios mío.  Estábamos solos en el museo, cuando de pronto llegó un autobús de turistas chinos. Están muy bien adiestrados, en un momentito se compraron todo lo que había en la tienda, y todos y cada uno de ellos se compró un helado de matcha. Seguramente, porque les habían dicho que lo hicieran. Pero a mí que no me digan, que haciendo un frío que pela, le apetece a 30 personas tomarse un helado a las nueve de la mañana simultáneamente. Se fueron antes que nosotros. Supongo que los coreanos tienen un amor/odio hacia los chinos. O sea, no los soportan, pero les gusta su dinero.


4 comments:

  1. el fenómeno amor/odio se repite aquí con los guiris de las más diversas nacionalidades. gustar, no gustan, pero dejan dinero.
    el matcha es como un té entonces? no tiene mala pinta.
    mr. kim quiere llenar un coche de mujeres... la autoestima es muy importante.

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