Tuesday, October 29, 2013

Provincia de Jiangxi: Jingdezhen V


Los otros pabellones estaban dedicados casi exclusivamente al universo chino, a los cánones de belleza de los utensilios para tomar el té y su millón de accesorios.

A los japoneses se les reconocía porque eran los que llevaban mascarilla. Había uno sentado en una silla de un stand japonés, con mascarilla, guantes y el aparato para cobrar con tarjeta en la mano. Listo para cobrar, pero también listo para hacer cirujía. Era un poco: “Chinos, queremos vuestro dinero pero no os acerquéis demasiado”.
Unos baozis de porcelana:

Momento siesta. El centro de negocios, ¡buenísimo! Si tenían a 25 personas trabajando, ¡23 se estaban echando la siesta a la vez!

Otro momento siesta. La feria estaba asalvajada, era una metáfora de China. Si casi se estaba acabando la feria ¿por qué seguían construyendo? El suelo era un polvorín, se les había levantado la moqueta y hecho un ocho. A los lados restos de obras o de basura. Y aquí dos trabajadores durmiendo, que más bien parecía que habían bombardeado al estilo Beirut y se habían quedado por ahí tendidos los cuerpos. Y ¡qué gloriosa capacidad para dormir entre tanto ruido y gentío!
De hecho, daban ganas de echarse por ahí entre las obras. En toda la inmensidad de la feria no había un cochino sitio en el que descansar un momento, en el que tomarse un refrigerio.

Fuera estaban los que no tenían dinero para estar dentro. Había un mercadillo que se extendía hasta el infinito. 
Otras cosas que compré, en la feria, en el mercado y en otros lugares:
Qué ganas tenía desde hace años de un cuchillo de porcelana. Me costaba hasta imaginar cómo sería. ¡Y qué bien corta!


Dos celadones, imitación de cerámica china antigua.
 Porcelana de molde pintada a mano:
 Gres:
 Porcelana de torno con dibujo bajo relieve:
Porcelana de torno con dibujo a mano:

Después de seis horas caminando sin parar me fui al aeropuerto –aunque faltaban 5 horas para mi vuelo- con la única finalidad de poder sentarme en una silla. Me arrepentí de haberme ido tan pronto, pero es que necesitaba sentarme y el suelo estaba polvoriento en todas partes. En el aeropuerto pusieron una y otra vez la canción de cuna de: “Duérmete niña, duérmete ya, que viene el Coco y te comerá…”. Oigan, que esfuerzo tener los párpados abiertos.

Jingdezhen es un lugar mágico.

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