Heilongjiang XV: Harbin VII

De Harbin íbamos a Jilin, a una reserva de pájaros que tenía una pinta maravillosa. Pero después de la reserva de tigres, que era un zoo en vez de una reserva, me quedé bastante chof. En internet las cosas parecen algo que definitivamente no son.
Nuestro vuelo salía desde Changchun, en la provincia de Jilin, dentro de una semana. Pero, ¡uf, qué ganas de volver a casa de repente! Venga dar vueltas, venga dar vueltas, venga dar vueltas de aquí-pallá… Por un momento, la idea de estar en casa, en Shanghái, se me apareció como el Paraíso en la Tierra: ora duermo en cama limpia, ora me ducho; ora enchufo el aire acondicionado, ora pongo una lavadora.
En Harbin nos alojábamos en una sinagoga de principios del XX que era monísima, pero que sin embargo, por la mañana, cuando nos queríamos duchar, a la misma hora que todo el mundo se quería duchar, no salía agua del grifo. Un triste hilito, con el no se podía hacer ni el lavado del gato. Eso para mí, fue la gota que colmó el vaso.
No sabía que iba a pensar mi amiga de cambiar el vuelo. Pero cuando le dije de volver a Shanghái dio botes de contenta. Tuvimos una suerte loca, porque volamos con otra compañía, y nos devolvieron el importe íntegro del vuelo Changchun-Shanghái, ¡los chinos!¡ Muchas gracias chinos por no quedaros con nuestro dinero una vez más!Todo un detalle de vuestra parte.