Jo, las vacas, ¡qué guay! Contemplando las vistas, retozando al sol. Estuve hablando con el pastor, que más bien parecía su representante, de toda la gente que quería hacerles fotos. Si hubiera sido chino, tendría un cartel con varias tarifas: por hacer foto, por posar con la vaca y que un fotógrafo os inmortalice, por tocarle el lomo, por llevarte un filete de su hermana sacrificada antes del verano... Me dijo que eran vacas pirenaicas y que están preñadas. Le pregunté mis dudas, preguntas tontas de urbanita: cuánto vive una vaca-qué vacas tan bonitas y si no le da pena matarlas-si prefiere la carne de ternera o la de vaca... hasta que me dio esquinazo. Total, que a las terneras se las mata al año de edad, y las vacas pueden vivir según sea su calidad de vida. Tranquilamente 15 años, pero si tienen sofá, van al gimnasio y les dan masajes, pues ni te cuento.
...¡Y los caballitos!
Eran peludos, debían ser también caballos pirenaicos. Tenían un pelo muy bonito.
Les voy a poner en antecedentes. En el pueblo hay niños que gritan extraordinariamente. Ya saben, cuando un niño grita, puede gritar muy alto. Y se ponen a jugar a fútbol, a frontón... A ver niños, ¿no hay otro lugar más apropiado para ello? Y veo pasar las bolas como balas que rebotan a veces en la fachada, otras se cuelan en mis balcones. Estoy obsesionada con que me van a romper los cristales de las ventanas que son finos como barquillos. Y pelotazo va, pelotazo viene. Y gritos infernales de la emoción del juego... Me pongo cardíaca, de verdad. Es que, si fuera una cosa que pasa una vez, pues no le das importancia, pero vienen todos los días a jugar. Un día, que estaba cerrado el frontón, vinieron cuatro veces en un mismo día. No puedo leer, ni dibujar, ni escribir, ni ver una película con ese escándalo y esos golpes de pelota. Igual es que soy rara. A todo el mundo le gustan los niños. Mi amiga I, entusiasta de los infantes, dice: "Es más normal que un niño grite, que a una señora de tu edad le moleste". Y ya, cuando estoy al borde de un ataque de nervios, me sorprendo a mí misma con pensamientos del tipo:
a) Oigo un camión a lo lejos que entra en la calle. Imagino que acelera repentinamente y... ¡Oh, qué pena! Atropella los cuerpecillos de todos los niños, no deja ni uno solo vivo. Y oigo cómo las ruedas del camión aplastan sus cráneos, en un lindo "crack" y los sesos se desparraman por el suelo. Después viene la paz, el silencio absoluto, y sonrío para mis adentros.
b) El simpático vecino con boina se asoma al balcón. ¡Oh, cielos! Tiene una metralleta: "ratatatatáratatatatá..." Todos muertos. Han intentado huir, pero el abuelo ha sido más rápido con su armamento sofisticado comprado este año en una feria de armas en Oriente Medio. Todos los cuerpecillos de los niños yacen en el suelo. Y vuelve la paz, el silencio, y sonrío para mis adentros.
En serio, estos dos episodios se alternan en mi mente, y me relajan en momentos de máximo desquiciamiento. Y el otro día, estaba pensando: "Ya te vale tía. Esto es enfermizo. Debe haber otra manera".
Bueno, ya los he puesto en antecedentes, volvamos atrás.
Un día maravilloso en el campo. Llego a casa, y escasos minutos después los niños empiezan a jugar a la pelota, un combinado de frontón, fútbol y pala que dura ¡hora y media! Me va a dar un ataque. Con lo feliz y relajada que estaba, se me pone un mal humor, una jaqueca terrible (que me duró un día y medio). Total, que me asomo a la ventana. Antes ya había hablado con ellos, y los viejitos de al lado también. Veo un adulto jugando con ellos, esta es la mía. Intento calmarme un poco, modelar mi voz antes de hablar para parecer un ser civilizado. Respiro hondo. Es un tema delicado, porque los padres -por lo general- son muy posesivos y no atienden a razones, se creen que sus hijos tienen derecho a dar por saco al mundo entero. Así que, con mis mejores maneras le pregunto cómo hemos llegado a estos partidos sin fin en la puerta de MI casa, de quién son hijos, y si no hay un lugar mejor para jugar... como la puerta de SU casa. Me dice que son hijos de ella, de fulanito y de menganito, que viven a escasos metros de mi casa... Y claro, me doy cuenta de que igual mi queja no tiene mucho fundamento. A mí me resultan insoportables, pero quizá tienen derecho a jugar. Se resuelve todo con mucha educación y armonía, lo cual me deja muy satisfecha, ya que, no siempre es así. Bueno, mientras hablaba con la madre, dos niños están DENTRO de mi casa. Han visto a Joselito -que bajó a ver qué pasaba con este escándalo- y lo están persiguiendo. Al día siguiente, veo a madre e hijo y nos saludamos cordialmente. Han pasado dos días completos, no sé si es casualidad, pero en ningún momento han jugado a la pelota debajo de mi casa. Estoy MUY satisfecha con los resultados obtenidos en el intercambio de opiniones.
Aquí, como de costumbre, hemos pasado del verano al invierno directamente y ya estoy constipada.
ReplyDeleteMe alegra ver que las conversaciones pacíficas han dado resultado. Además, si los niños murieran en un desgraciado accidente o asesinato, después no habría paz. Habría sirenas de ambulancias, policía, todo el pueblo ahí amontonado, periodistas... y sería peor el remedio que la enfermedad!
el diálogo es la base del progreso y la civilización. pero también el conflicto.
ReplyDeletecomo niño que ha jugado a fútbol en la calle y consciente del 'por saco' que se da... me parece que su postura ha sido la correcta.
sobre temas pastoriles, qué bonitos los caballos, de verdad.
ReplyDelete¿Pastoril? No entré en amores con el pastor. Sólo hablé de vacas.
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