Cómo era la gente en este pueblo, me traía sin cuidado. De hecho, me pareció bastante civilizado, y sus gentes menos rudas que las de otros pueblos que había visitado. Pues bien, craso error...
Hace ya dos meses que vivo aquí y he hecho más enemigos -unos cuantos- que amigos -cero. No esperaba integrarme, pero no hubiera imaginado que las cosas fueran a devenir así.
Cuando ya había comprado la casa, un amigo de mi hermano que reside en la capital de la provincia, me dijo que en este pueblo tenían fama de "raros". Pensé que por esta causa, lo mismo pasaba desapercibida. Pero, de lo que también tienen fama es de ser "los más malos de la provincia", "el peor pueblo". Esto se abstuvo de contármelo para que no tuviera prejuicios.
El primer día que entré a vivir, compré una docena de latas de cerveza para hacer hogar. Las dejé en el balcón de la cocina, ya que, aquí no hace falta frigo. También dejé una lata de anchoas. Esa noche mientras dormía, oí ruidos, pensé que alguien había entrado en la casa. Cogí mi navaja y encendí la linterna. Apliqué la oreja, y enseguida cesaron los ruidos. Al día siguiente, vi que alguien había escalado la fachada del edificio para robarme la mitad de las cervezas y la lata de anchoas. Pensé que era su manera de darme la bienvenida, la novatada, sin darle importancia.
Esta casa ha estado deshabitada durante sesenta años. Excepto, por una o dos semanas que venían a veranear los hijos cada x años. Así fue cómo me encontré con un problema: la gente aparcaba frente a mi casa bloqueando la puerta, de manera que no podía ni entrar ni salir del edificio.
No daba crédito. Una calle en la que está prohibido aparcar pero en la que todos aparcan. Entonces, voy a salir de casa pero no puedo; tengo que esperar hasta que venga el que ha dejado el coche. Que he salido a comprar y vuelvo a casa, pues tampoco puedo entrar. Alucinaba pepinillos. A la gente local le parecía normal, porque cuando la gente se acostumbra a hacer algo, les parece lo más natural.
Un día, me iba de viaje, tenía prisa. Un coche bloqueaba completamente la puerta. Daba voces cuando alguien paseaba por la calle: "¡¡Oiiiigan!! ¿¿Saben de quién es este coche??". Me decían que no. Y yo seguía esperando. Mi viaje se retrasaba e iba a llegar tarde a mi cita. Me dio un ataque de ansiedad, y si hubiera tenido un bate de beisbol le hubiera dejado el coche como nuevo. Pero por fortuna, sólo tenía un paraguas. Me lié a paraguazos con el coche, y así fue cómo consiguió oírme el farmaceútico e ir a buscar al propietario. No está en la carnicería, pues a ver si está en la panadería... tampoco. Al final, estaba en el banco. Y como todos los demás, me dice: "Lo siento", y se va. Pues no, se equivoca. La que lo siente soy yo, que llego 15 minutos tarde por su culpa. Le dije lo que pensaba con la vehemencia que me caracteriza y que no puedo evitar, más un paraguazo extra en la ventanilla de despedida. No se pueden imaginar qué mirada me echó. Si sus ojos fueran cuchillos, ya estaba muerta.
Numerosas ocasiones se ha repetido la situación, aunque las veces siguientes conté hasta diez y con éxito evité echarme sobre su cuello como un dogo argentino.
Puse una nota en la puerta -aconsejada por la gente local- que decía que vivía alguien allí y que por favor no bloquearan la entrada a la casa; pero alguien la arrancó de cuajo.
El fontanero me recomendó que dejara las puertas de casa abiertas de par en par. Lo cual me pareció una malísima idea, ya que, tengo el portal lleno de las cajas de la mudanza. Y si tengo los balcones abiertos, la música puesta, ¿no es suficiente para saber que alguien vive allí?
Parece que con el paso del tiempo se van haciendo a la idea de que no deben bloquear mi puerta, y ya, raras veces, me veo en la penosa situación.
A este, le sucedieron otros problemas de entendimiento.
Continuará...
Qué chungos los del pueblo. O a lo mejor es que te están haciendo un ritual de iniciación que tienes que superar...
ReplyDeleteTodo el mundo tiene problemas con sus vecinos, yo tengo a Cataluña en contra...
ReplyDeletevivi unos años en la calle Arago y todos los coches de Barcelona pasaban por debajo de la terraza.