Ay, qué nostalgia de naturaleza salvaje me entra al ver las fotos de nuevo desde Shanghái.
Al día
siguiente sigo con el mal de la altitud. Tengo una hemorragia que me da bastante
pavor, porque otra vez tuve otra y ya sé de qué va la cosa. Pero ya que estoy
en la montaña hay que verla, ¿o no? También me sangra la nariz desde hace dos
días. Pero he desayunado y eso hace la diferencia, siento que puedo conquistar la montaña.
Espero el autobús que nadie sabe cuándo pasará, ni a dónde
irá. Tarda una hora en venir.
Nos deja en el mismo sitio que ayer.
Aunque el Lago de leche y el Lago cinco colores son la atracción
estrella prefiero intentar otra cosa. Dos fracasos deportivos consecutivos
serían demoledores en mi recién orgullo montañero. Sólo dos cosas han cambiado
desde ayer: tengo muchas más horas de luz por delante y he desayunado. No es
preciso ponerse metas utópicas.
Cojo un sendero en dirección a un templo: El templo Chonggu.
Los
montículos de piedras con inscripciones tibetanas son el producto de una oración. Las banderas de colores también.
Había
muchas ardillas y pájaros. También vi algo que parecía una ardilla alargada, ¿un hurón?. Un bicho de
estos pero con el pelo rubio y tres veces más grande que una ardilla. No esperó
a que le hiciera una foto. Allá él y su momentito de gloria en mi blog.
No se tarda mucho en llegar al templo. No tiene nada de particular, pero la ubicación hace que todo sea mágico. Es que, las alturas, son una cosa, de verdad, qué cosa.
banderitas de colores tibetanas. me gustaría tener banderitas de colores tibetanas en mi balcón. una amiga tenía. a mí me molaría también. tiene usted más valor que el Guerra.
ReplyDeletePues las banderitas son una gitanería. Ponen el monte perdido.
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