Provincia de Henan: Luoyang I

En China, hasta que no vas a un sitio no sabes lo que te vas a encontrar. Igual es porque busco información en inglés, en vez de en chino, que sería lo suyo. Lo más desalentador es entrar en una web china traducida al chinglish en la que nada tiene sentido. Y te pasas media hora mirando al monitor, pero no consigues atar cabos: la dirección, cuándo abre, qué hay dentro. Pero sin embargo, hay cantidad de información innecesaria, como políticos o gente dándose la mano, alguien que lleva una medalla, es todo muy confuso, y acabas pensando que no vale la pena ir a ese lugar.
Buscando información en fuentes diversas, a veces describen algo como “visita imprescindible” (Véase: reserva de tigres de  Heilongqiang, que en realidad es: un triste zoo con basura y tigres muertos del asco comiendo salchichas), o lo describen sin pena ni gloria. Por otro lado, está la clasificación del gobierno chino,  se supone que si algo es AAAAA tiene un interés cultural o geológico de la muerte.  Pero, al parecer, le ponen las cinco aes a los sitios que quieren llenar de gente. Y las guías de viaje…  yo haría una hoguera con todas ellas. Lo más fiable es que la Unesco lo haya declarado patrimonio de la humanidad.

Bueno, pues en Luoyang había un museo, el museo de Luoyang, en el que había restos arqueológicos. Sin más. Sin bombo ni platillo. Podía ser un cacafú. Pero arriesgamos. Sobre todo, arriesgamos porque llovía.

Pues para ir al Museo de Luoyang ¡hace falta llevarse una palangana de lo que se cae la baba! Oigan: I-m-p-r-e-s-i-o-n-a-n-t-e.

Resulta, que como ya bien Marta ha descrito en su blog, Luoyang es uno de esos lugares con historia en los que rascas un poco en el suelo y te empiezan a salir artefactos de hace 2000 años. No paran de encontrar restos arqueológicos, es todo un mogollón, y además, está muy bien conservado.

Parece que han abierto recientemente este museo y además es gratis. Cómo nos gusta lo gratis.

Hoy les voy a poner bronces. Los bronces, ni los objetos prehistóricos han cautivado nunca mi atención. Pero estos me gustaron. No sé, imaginarme al hombre antiguo, con este gusto por las decoraciones intrincadas… Cuánta sofisticación.