Las casitas de hueso que compré en Xian le quedaban pequeñas
a Pepito. Así que, al final lo tenía suelto. Los primeros días los pasaba
pululando por su residencia de verano y jardines. Luego, ya no era suficiente
para él y se hizo explorador. Cada día subía más alto. Le alargaba el palo de
la escoba y lo bajaba para comerse su media haba de soja diaria. Hasta que se
instaló en lo alto de las cortinas, junto a la calefacción y me costaba la tira
cazarlo. Si no lo veía enseguida, le ponía a Raphael, y él solito se delataba
cantando.
Finalmente me dije, ¿qué sentido tiene tener una mascota si
nunca la veo?
Vaya, madame, veo que al final ha acabado usted rebotada por aquí, de lo cual me alegro un montón.
ReplyDeleteBienvenida a blogger!
Bisous
yprh, vamos aterrizando poco a poco.
ReplyDeleteno se ven las fotos grandes ni ná aquí. vaya cambio.
recuerdo haberle dicho en otro lado que vaya con el Pepito raphaelómano...