Provincia de Yunnan XIV: La garganta del salto del tigre II

Enseguida me di cuenta de que la malaya me caía mal.
A ver, hablaba como una metralleta, y a mí me pone de los nervios la gente que no puede callarse ni un segundo. Con el ruido que tengo yo ya en la cabeza, cómo para escuchar el de los demás ¡y sin pausa alguna!  Que si su viaje a la India, que si su viaje a Vietnam, que si sus amigas malayas, que si su trabajo, que si la vida… ¡Por favor chavala, déjame disfrutar la montaña, que si quisiera ruido hubiera enchufado la tele y no necesitaba venir tan lejos! Como vi el percal, mientras íbamos subiendo, me distancié de ella todo lo posible, e hicimos el mismo recorrido pero a unos 15-20 metros de distancia para no oírla.
Regresamos al hostal. Aún eran las 3 o las 4 de la tarde, quedaban dos horas de luz, pero teníamos los huesos desencajados. Para entonces ya se había dado cuenta que no soy simpática. Pronto comprendimos la situación. No podíamos salir del hostal hasta dentro de 24 horas que pasaba un autobús. ¡Con mi apretada agenda de turista!
A unos 70 km de allí había una cosa muy chula que ver - las baishuitai terraces - y aunque los taxis son infinitamente más baratos que en Occidente, no puedes estar haciendo esas distancias porque te gastas una pasta. Total, que la malaya quiere descansar. Si hubiera venido podíamos haber compartido el coche y ni tan mal.

No estamos solas en el hostal. Aparece una pareja de Singapur. En realidad, son del norte de China, pero hace mucho que viven en Singapur, y están encantados de la vida. Habían llegado el día anterior. Por la noche, se hicieron amigos del hijo de la dueña del hostal. Este los había llevado a un pueblo cercano donde hacían la matanza del cerdo. Se presentaron en el pueblo con 50 litros de cerveza y pronto se hicieron los amos de la fiesta.
En realidad, la cerveza Dali es una especie de soda… O al menos, si la comparas con una cerveza belga o alemana. Hasta los chinos saben que es un aguachirlis, por eso la mezclan con baiju. La pareja de Singapur llegó al hostal a rastras, y al día siguiente no pudieron subir la montaña y se pasaron el día bebiendo traguitos de agua caliente. (El remedio medicinal chino por excelencia: Vale para todo y para nada; como el bálsamo de tigre) Estos me cayeron muy bien. Y después, de analizar todas las posibilidades, decidimos que al día siguiente muy temprano, el hijo de la señora del hostal nos llevaba hasta Shangrila.

Setas salvajes tibetanas. Interesantes y fibrosas. Quiero decir, que prefiero los hongos riojanos.