Friday, September 5, 2014

El tour del norte II

Las esculturas de Richard Serra en el Guggenheim las he visto una docena de veces. Muchas veces he ido al museo y no he querido verlas. Y fíjense que cosas, el pasado julio me gustaron más que nunca. Disfruté como una enana paseando entre las planchas de acero y viendo todas esas perspectivas imposibles.
Antes me decía: “La forma, el minimalismo… menudo rollo patatero, quiero que me cuenten cosas”. Pues no, Richard Serra es un gran escultor. Un arquitecto casi.
Y sus lindas maquetas:
A lo que fui es a ver la exposición de Yoko Ono. Tiene ya 81 años, ¡glups! Quizá sea la señora de su edad más moderna y más gamberra del planeta. Hay gente que admira a los ricos, o a los famosos, o a los modelos, o a los escritores de best sellers… Yo admiro a la gente que se lo ha sabido pasar bien en la vida. ¡Eso es talento! Me gustó la exposición, pero más por el personaje histórico que supone esta mujer, que por el contenido. De los Fluxus, creo que es la que menos me gusta.
Después de los museos noruegos, el Guggenheim me pareció una caca. No por el costoso edificio, claro; sino por el rollito que tienen. La obra de Yoko Ono era todo el rato: ¡Participa! ¡Juega! ¡Tócalo todo! Y el museo –los empleados del museo aleccionados por la dirección- eran todo el rato: ¡No toques nada! ¡Esto es una obra de arte! ¡Cuidado! ...Se lo voy a decir a Yoko Ono.
Estoy en una sala, las instrucciones de la obra te incitan a participar; y la empleada de turno, se te acerca a decirte que cuidadín. Pero bueno, es una sábana para que te metas debajo a jugar, no es un Velázquez al que no puede darle la luz, y si lo tocas lo deterioras.Yoko Ono está viva, y si le pasa algo a esta sábana compra otra ¡y chin pun!
Voy a hacerle una foto a las instrucciones del juego, están pegadas en la pared (Pienso que puedo utilizarlo para mis clases). Viene el guarda de seguridad y casi me da con la porra. "¡¡¡NO!!!". Pero si sólo es un folio que el museo ha impreso y pegado en la pared, no es una obra de arte, no lo voy a deteriorar. "Si quieres hazle fotos al edificio, no a la exposición". A sus órdenes, agente.
Voy a la expo de Georges Braque, simplemente, porque estoy allí (el arte Moderno, ahora mismo me da mucha pereza). Estoy mirando unas fotos y cartas protegidas por una vitrina. Tengo un dedo, la yema de un dedo, apoyada en una vitrina, que es un expositor, sin más. Viene la loca que guarda la sala, y me echa una bronca que te cagas. “¡¡¡Aggghhh, uuuuhhh, ahhhhh!!! ¡No puedes apoyarte en la vitrina porque igual se rompe!”. ¿Perdón? ¿Qué voy a romper una vitrina por apoyar la yema de un dedo? Ni que fuera Sansón. Le pido que se tranquilice, y le pregunto si acaso la vitrina es una obra de arte y por eso no puedo tocarla. Y me dice que no, la vitrina no lo es, pero la carta escrita por Braque, y las fotos de su infancia lo son, y si se rompe la vitrina, la obra se deteriora. Si una vitrina se rompe por apoyar la yema de un dedo, está mal hecha.
En realidad, en el museo se comportan como en las tiendas. Tienen una actitud muy provinciana. Os voy a contar unas pequeñas anécdotas de mis andanzas por el norte.
Tienda multimarca en Bilbao, voy a pagar una prenda, le doy la tarjeta y el dni a la cajera. No me pregunten uds por qué, pero la cajera dos horas leyendo mi dni y la tarjeta, como si fuera una delincuente. Está acabando con mi paciencia, ¿me va a cobrar o no? Me mira, mira la foto de mi dni, vuelve a leer el nombre de la tarjeta, (el mismo, claro), frunce el ceño, me vuelve a mirar… finalmente me cobra y me voy ¿?¿
Entro a Bimba y Lola, me quiero probar una prenda, pido permiso. Sale un mariquita de pueblo con unas feísimas mechas rubias en el pelo. Y me empieza a mirar de arriba abajo, mira la prenda, agarra la prenda, no sabe si dejármela probar o no. Pone cara de asco, finalmente, me dice: “Vale, pruébatela, pero no te va a quedar bien”. ¿Acaso le he preguntado su opinión? A él tampoco le quedan bien las mechas, y no se lo he dicho, se lo tenía que haber dicho. Así no se vende. Ya ven uds, un jodido dependiente de una tienda multimarca, y se cree que está en Dior dando lecciones de estilo. Pues no tío, eres un dependiente de mierda, un mal vendedor.
Una zapatería en Logroño. Me pruebo unas sandalias, pero no sé si las quiero en rojo o en verde. Estoy pensando cuántos zapatos rojos y verdes tengo en casa, para saber qué color me conviene más. La dependienta se pone impertinente, no han pasado ni 15 segundos. “¡Bueno! ¡Qué! ¿Te decides o no?”. Otra vendedora diez. Pero la gente ¿qué se cree? Vas allí, a darle tu dinero y casi te dan con la escoba. Muy mal, dependientes españoles: así no se vende. En los lugares civilizados, es: Pruébate todo lo que te dé la gana, tómate el tiempo que quieras, todo son sonrisas, y no paran de hacer caja. En las tiendas del Norte de España, la situación es: Me voy de vuestra tienda porque no os soporto. Vendedores huraños: Si no queréis tratar con la gente, abrir una tienda online.
Una vez compré unas horquillas en Calahorra -que es como Logroño, pero muchísimo peor- y la dependienta casi me pega, un vinagre de excepción.
Ay, ay, y la última. Quiero comprarle un regalo a mi amiga japonesa que pronto es su cumple. Pienso que algo muy “español” igual le hace gracia. Voy a una tienda de Logroño que tiene mil años. Venden cosas del traje regional, botas de vino, abanicos… etc. Entro, el dependiente está hablando con su amiga. Los dos son mayores. No hacen ni el mínimo amago de atenderme. Finalmente, le pregunto por peinetas. Me dice: “Uuuhh, eso es muy caro”. ¿Perdón? ¿Cómo dice?  En el escaparate tiene unas peinetas gigantes y pone que valen 70 euros. Le pregunto si tiene peinetas de tamaño normal. Me dice que sí, pero que valen, uy lo que valen, 80 euros lo menos… Si las gigantes valen 70 ¿por qué las pequeñas valen 80? No quiere enseñármelas. Le digo que le quiero hacer un regalo a una amiga japonesa. Y me saca una pulsera de plástico con la concha del camino de Santiago. Le digo, que eso es muy feo. Se ofende. Entonces, le pregunto por unas cosas para el pelo. Son algo así, como un lazo de terciopelo con unos encajes, así de folklórica. Me lo enseña. No está mal, pero por el reverso está terriblemente mal cosido, con unas puntadas zafias y enormes. Le digo que está mal cosido, que no puedo regalar algo así. Cierra las cajas de un golpe, está enfurecido, parece que me va a abofetear. Me marcho porque este tipo no quiere venderme ni enseñarme nada. Delante de mi, le dice a su amiga: “¡Ves la paciencia que tengo que tener!”. ¿Cómo diceee?
Alucino, de verdad. Y luego dicen que hay crisis. En Logroño, hay mucha gente que abre una tienda por hacer algo, por mantenerse ocupado, pero en realidad, odian a la gente. Yo lo entiendo, pero ¿por qué trabajar de cara al público si no te gusta la gente?
 

3 comments:

  1. se ha quedado usted pero que bien a gusto. se lo voy a decir a yoko ono.

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    1. Pues sí, siempre lo hago, y en vivo y en directo, no en el blog. Es que, qué insano eso de guardarse las cosas dentro. ¡Todo pa fuera!

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  2. Deberias escribir una carta a algun periodico espanyol, para que entiendan por que se va a la mierda el comercio tradicional. Jaja!

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