La vuelta

Cuantas más vacaciones tenemos, más queremos. Creo que todos los profesores del cole hemos empezado contando los días que quedan para las vacaciones de Año Nuevo chino (a día de hoy, sólo 13) para animarnos.

La profesora de música no ha venido y ahora tengo a mis alumnos y a los suyos; temporalmente, dicen. Ayer, sólo de pensar que iba a tener a 34 niños en clase, se me puso un dolor de cabeza horroroso, como si me estuvieran estrujando las sienes con un aparato de tortura medieval, y ni siquiera habían entrado por la puerta. Los pobres, no osaron portarse mal, conscientes de la situación.

Esta mañana cuando me he levantado, me sentía como si un vampiro se hubiera bebido toda mi sangre. Todo sucedía a cámara lenta y tenía una jaqueca horrorosa. He llamado para decirles que no podía ir a trabajar por la mañana. Qué vergüenza, nada más volver de vacaciones y semejante flojez vital.

Afortunadamente, estamos gozando de unos días de aire limpio y cielo azul. ¡Qué gusto es respirar! Pero el agua del grifo huele una pasada –pero una pasada- a aguas fecales y a cloro. ¡A más caca, más lejía! Menuda solución. Justo tenía que reemplazar los filtros del grifo a la vuelta. Pero los vendedores de filtros no dan abasto, y hasta la semana que viene me tengo que seguir duchando con agua que huele a cacas y a cloro. Qué país, Dios mío, qué país.