Wednesday, November 23, 2016

"Ten cuidado bonita que son muy mala gente"

Los antiguos dueños


La primera vez que puse los pies en este pueblo para ver la casa, una lugareña me advirtió: "Uy, la casa de los 'fulanitos'... Ten cuidado bonita que son muy mala gente". Dicho esto, me quedé con el dato y poco más. Luego supe que es una familia famosa en la provincia. Tenían y tienen muchas casas, tierras... Uno incluso, es un político que está en el ojo de mira por ser sospecho de haber robado una cantidad de dinero público, de esas que tienen tantos ceros que al leerlas, en un primer momento, no acabas de comprender cuánto es.
Mi casa me pareció muy grande y barata, pero necesitaba grandes obras, como el tejado por el que se filtraba el agua. Incluía una lancha sin estrenar pero llena de polvo, algunos muebles antiguos buenos, de los valen dinero. El que me enseñó la casa, el consorte de la hija de la dueña, un fanfarrón, un jeta, decía que todo lo que estaba en la casa se quedaba allí menos dos espejos y un mueble. Sin duda, las mejores piezas. Le pedí que hiciera un inventario por escrito de lo que se quedaba y de lo que se llevaba. Pero dijo que ni hablar, no tenía tiempo para ello.
Pues qué hacer, yo quería la casa. España, aún en plena crisis inmobiliaria, era muy cara. En mi situación era: o esta casa, o irme a Tailandia otra vez y montar la resi allí. Pero ahora me apetecía España. Le pagué a un arquitecto para que analizara el edificio, por si estaba mal la estructura y yo no sabía verlo. El consorte decía que no necesitaban el dinero. Pues si no necesitas el dinero, ¿para qué vendes una propiedad? ¿Qué otro motivo puede haber?
El tipo de la inmobiliaria me da el contrato de arras: ¡Arrea! Pone que si yo me echo atrás pago el doble (lo normal), pero que si el vendedor se echa atrás no pasa nada. ¡Vaya cara más dura! Corrige el contrato de arras y lo firmo.
Delante del tipo de la inmobiliaria, de su ayudante, del arquitecto, de mi hermano y de mi, el caradura dijo que todos los muebles (excepto esos tres), lancha inclusive, se quedaban en la casa. Pues bien, pasaron las semanas, yo estaba deseando mudarme. Y me llama el de la inmobiliaria: "Oye, mira, yo trabajo para él, pero es que este tío, tiene una cara que no es normal y quería avisarte... Está vendiendo todo lo que está dentro de la casa. Ha vendido ya las cosas más valiosas, y ahora te va a llamar a ti para venderte el resto... No entres al trapo, dile a todo que no, que no y que no". Casi se me cae la mandíbula al suelo: ¡Querer venderme lo que ya me ha vendido! ¿Qué podía hacer? El había dicho delante de cinco testigos que vendía la casa con lo que tenía dentro. ¿Qué iba a hacer? ¿Meterme en juicio? Me tranquilicé y pensé que lo que yo quería era la casa, no los muebles. Efectivamente, me llamó para venderme lo que ya había comprado. Ni más ni menos, me ofrecía la mesa del comedor -que está bastante hecha polvo- por seiscientos euros. Aquí empezamos ya a tener unas palabras poco gratas el uno con el otro.
Llegó el día de la venta. Antes de firmar ante el notario, les dije que iba a ver la casa otra vez, porque igual ya no la compraba y les ponía una denuncia. Cuando llegué allí, estaba hasta el abuelo revolviendo entre las cosas, intentando arramplar con todo, cargando en un camión una docena de fabulosas sillas. Una habitación estaba llena de frascos de farmacia antiguos muy bonitos, pero se los habían llevado todos. En otra habitación había juguetes antiguos, algunos muy chulos, como una máquina de pinball pintada a mano, se habían llevado todos los buenos y dejado los zarrios. Tres negros enormes estaban sacando la lancha a hombros de la bajera. Se habían llevado hasta la lavadora: "Porque la necesitaban", según sus propias palabras. Se me quedó una cara de idiota. ¿Qué haces en una situación así? No firmas y pierdes el contrato de arras. Los llevas a juicio, pagas un abogado, y como tienen más dinero que tú, tienen un abogado mejor y ganan el juicio. La mujer del jeta, dice enloquecida que de ninguna de las maneras estaban incluidos los muebles en la venta de la casa. Que si bli, que si bla... Fui al notario, compré la casa, e intenté olvidar que los había conocido. Al fin y al cabo, seguía habiendo un montón de muebles, los menos valiosos. Y yo no me iba a hacer anticuario, y ni siquiera es una cosa que me fascine ni mucho menos. Me habían tomado el pelo, había que pasar página rápido.
Encontrado en la mesilla de la mujer del jeta

Llevo una semana viviendo en la casa y me llama por teléfono la hija de la dueña (que por cierto, habían vendido la casa sin que su madre lo supiera, con un poder) y me dice: "Oye, a ver cuándo te viene bien y paso por la casa a recoger el sofá, los dos butacones y la lámpara de lágrimas del salón". Me deja perpleja. Le recuerdo que esta ya no es su casa, que la ha vendido. Se pone como loca: empieza a llorar, a gritar, a patalear, a consumirse de rabia. Su madre está enferma y le ha pedido que se lleve esos muebles. Pues que se los hubiera llevado antes. Dice que después de llevarse esto ya no va a venir a llevarse más muebles, y que si quiero, vamos al notario y que haga un papel que diga que ya no me va a molestar más. La mando a tomar viento fresco. Me amenaza con cortarme la luz. No han querido darme los datos de a qué nombre, de todos los miembros de su familia, está inscrita la luz, ni con qué compañía. Llamo a Endesa, llamo a Iberdrola... Si no sé quién es el titular no puedo hacer nada. El de la inmobiliaria dice que es ilegal que me corten la luz una vez que estoy viviendo allí. Dice que lo ha pasado fatal con ellos, porque han vendido otra casa a otro tío y casi han acabado a puñetazos. Después de mucho revolver entre su mierda, encuentro finalmente una factura, me apresuro en llamar y cambiarla a mi nombre. Al día siguiente me llama el jeta, gritando y con amenazas asusta niños. Dice: "Tú no sabes con quien estás hablando...". Haciendo ecos a un caciquismo del siglo XIX. No me lo puedo creer. ¿Esta gente de dónde se ha escapado? Lo mando a la mierda y le cuelgo el teléfono.
Unos días después, desde el estudio, oigo su voz, está hablando con un tipo en la calle. Un minuto después suena la aldaba. No abro.
Uf, pienso que al fin ya me he deshecho de esa gente odiosa. Pues no. Se pone en contacto el de la inmobiliaria -porque el jeta temía que no quisiera hablar con él ya que la última vez le había dicho cuatro cosas- y me dice que ha llegado una factura de la luz, de la cual, mes y medio fue cuando la casa fue suya, y mes y medio cuando fue mía. Y me está diciendo que quiere que le de cincuenta euros. Esto es la gota que colma el vaso, después de que si no es por mí, no cambiamos nunca el titular de la luz. A partir de aquí, se empiezan a poner superpesados con un montón de mensajes, de facturas antiguas... ¿Pero no decían que no necesitaban dinero? ¿Es para comprarle caballo a su consorte? Les dije que le pidieran cuentas a Iberdrola, que tarda cuarenta días en cambiar el nombre del titular.
Pasados los meses estaba convencida de que nunca más volvería a saber de ellos, que se difuminarían entre el resto de ciudadanos. Cuán equivocada estaba... El otro día me llega una carta certificada: El impuesto del incremento del valor de los terrenos. ¡Dos mil eurazos! No sabía lo que era, así que, me documento. Si ustedes tampoco lo saben, es un impuesto de naturaleza más que dudosa, que dice que con el paso de los años, los terrenos aumentan de valor. En internet dicen que es un impuesto en vías de extinción. Cuando fue la supercrisis y los pisos ya no valían lo de antes, los ayuntamientos empezaron a cobrar este impuesto a troche y moche para recaudar de donde fuera. Se montó la de San Quintín, la gente se preguntaba cómo podían decir que el terreno valía más cuando todo se había devaluado. Y muchos nunca se llegaron a cobrar. Hay abogados que se dedican casi exclusivamente a esto.
Mi caso era mucho peor. Por ley, ha de pagar este impuesto el que vende, no el que compra. Sin embargo, en las escrituras, ellos se encargaron de poner que lo iba a pagar yo. Y fui tan tonta que yo lo firmé. Me leí las escrituras detenidamente, pero como no sé nada de estas cosas, me pareció todo estaba bien, y que ese impuesto, debía ser el IBI o algo así. Y oigan, el notario buscado por el jeta, no dijo ni mu, calladito como un zorro. No me lo puedo creer. Total, he tenido que buscar un abogado. Y como me descuide voy a tener que pagar el impuesto + el abogado.
Estas son mis últimas inquietudes.

2 comments:

  1. Buah, qué telenovela. Menudos hijos de puta.

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  2. suscribo lo que dice la compañera marta.
    españoles de bien, si señor.

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