Los antiguos dueños
La primera
vez que puse los pies en este pueblo para ver la casa, una lugareña me
advirtió: "Uy, la casa de
los 'fulanitos'... Ten cuidado bonita que son muy mala gente". Dicho esto, me quedé con el dato y
poco más. Luego supe que es una familia famosa en la provincia. Tenían y tienen
muchas casas, tierras... Uno incluso, es un político que está en el ojo de mira
por ser sospecho de haber robado una cantidad de dinero público, de esas que
tienen tantos ceros que al leerlas, en un primer momento, no acabas de comprender
cuánto es.
Mi casa me pareció muy grande y barata,
pero necesitaba grandes obras, como el tejado por el que se filtraba el agua.
Incluía una lancha sin estrenar pero llena de polvo, algunos muebles antiguos
buenos, de los valen dinero. El que me enseñó la casa, el consorte de la hija
de la dueña, un fanfarrón, un jeta, decía que todo lo que estaba en la casa se
quedaba allí menos dos espejos y un mueble. Sin duda, las mejores piezas. Le
pedí que hiciera un inventario por escrito de lo que se quedaba y de lo que se
llevaba. Pero dijo que ni hablar, no tenía tiempo para ello.
Pues qué hacer, yo quería la casa. España,
aún en plena crisis inmobiliaria, era muy cara. En mi situación era: o esta
casa, o irme a Tailandia otra vez y montar la resi allí. Pero ahora me apetecía
España. Le pagué a un arquitecto para que analizara el edificio, por si estaba
mal la estructura y yo no sabía verlo. El consorte decía que no necesitaban el
dinero. Pues si no necesitas el dinero, ¿para qué vendes una propiedad? ¿Qué otro
motivo puede haber?
El tipo de
la inmobiliaria me da el contrato de arras: ¡Arrea! Pone que si yo me echo
atrás pago el doble (lo normal), pero que si el vendedor se echa atrás no pasa
nada. ¡Vaya cara más dura! Corrige el contrato de arras y lo firmo.
Delante del tipo de la inmobiliaria, de su
ayudante, del arquitecto, de mi hermano y de mi, el caradura dijo que todos los
muebles (excepto esos tres), lancha inclusive, se quedaban en la casa. Pues
bien, pasaron las semanas, yo estaba deseando mudarme. Y me llama el de la
inmobiliaria: "Oye, mira,
yo trabajo para él, pero es que este tío, tiene una cara que no es normal y
quería avisarte... Está vendiendo todo lo que está dentro de la casa. Ha
vendido ya las cosas más valiosas, y ahora te va a llamar a ti para venderte el
resto... No entres al trapo, dile a todo que no, que no y que no". Casi se me cae la mandíbula al suelo: ¡Querer venderme lo que ya me ha vendido! ¿Qué podía hacer? El había dicho delante de cinco testigos que vendía la casa
con lo que tenía dentro. ¿Qué iba a hacer? ¿Meterme en juicio? Me tranquilicé y
pensé que lo que yo quería era la casa, no los muebles. Efectivamente, me llamó
para venderme lo que ya había comprado. Ni más ni menos, me ofrecía la mesa del
comedor -que está bastante hecha polvo- por seiscientos euros. Aquí empezamos
ya a tener unas palabras poco gratas el uno con el otro.
Llegó el día de la venta. Antes de firmar
ante el notario, les dije que iba a ver la casa otra vez, porque igual ya no la
compraba y les ponía una denuncia. Cuando llegué allí, estaba hasta el abuelo
revolviendo entre las cosas, intentando arramplar con todo, cargando en un
camión una docena de fabulosas sillas. Una habitación estaba llena de frascos
de farmacia antiguos muy bonitos, pero se los habían llevado todos. En otra
habitación había juguetes antiguos, algunos muy chulos, como una máquina de
pinball pintada a mano, se habían llevado todos los buenos y dejado los
zarrios. Tres negros enormes estaban sacando la lancha a hombros de la bajera.
Se habían llevado hasta la lavadora: "Porque
la necesitaban", según sus propias palabras. Se me quedó una cara de
idiota. ¿Qué haces en una situación así? No firmas y pierdes el contrato de
arras. Los llevas a juicio, pagas un abogado, y como tienen más dinero que tú,
tienen un abogado mejor y ganan el juicio. La mujer del jeta, dice enloquecida
que de ninguna de las maneras estaban incluidos los muebles en la venta de la
casa. Que si bli, que si bla... Fui al notario, compré la casa, e intenté
olvidar que los había conocido. Al fin y al cabo, seguía habiendo un montón de
muebles, los menos valiosos. Y yo no me iba a hacer anticuario, y ni siquiera
es una cosa que me fascine ni mucho menos. Me habían tomado el pelo, había que
pasar página rápido.
Encontrado en la mesilla de la mujer del jeta
Llevo una
semana viviendo en la casa y me llama por teléfono la hija de la dueña (que por cierto, habían
vendido la casa sin que su madre lo supiera, con un poder) y me dice: "Oye, a ver cuándo te viene
bien y paso por la casa a recoger el sofá, los dos butacones y la lámpara de
lágrimas del salón". Me deja perpleja. Le recuerdo que esta ya no es
su casa, que la ha vendido. Se pone como loca: empieza a llorar, a gritar, a patalear, a
consumirse de rabia. Su madre está enferma y le ha pedido que se lleve esos
muebles. Pues que se los hubiera llevado antes. Dice que después de llevarse esto ya no va a venir a llevarse más muebles, y que si quiero, vamos al notario y que haga un papel que diga que ya no me va a molestar más. La mando a tomar viento fresco.
Me amenaza con cortarme la luz. No han querido darme los datos de a qué nombre, de
todos los miembros de su familia, está inscrita la luz, ni con qué compañía. Llamo
a Endesa, llamo a Iberdrola... Si no sé quién es el
titular no puedo hacer nada. El de la inmobiliaria dice que es ilegal que me
corten la luz una vez que estoy viviendo allí. Dice que lo ha pasado fatal con
ellos, porque han vendido otra casa a otro tío y casi han acabado a puñetazos.
Después de mucho revolver entre su mierda, encuentro finalmente una factura, me
apresuro en llamar y cambiarla a mi nombre. Al día siguiente me llama el jeta,
gritando y con amenazas asusta niños. Dice: "Tú
no sabes con quien estás hablando...". Haciendo ecos a un caciquismo
del siglo XIX. No me lo puedo creer. ¿Esta gente de dónde se ha escapado? Lo mando a la mierda y le cuelgo el teléfono.
Unos días
después, desde el estudio, oigo su voz, está hablando con un tipo en la calle.
Un minuto después suena la aldaba. No abro.
Uf, pienso
que al fin ya me he deshecho de esa gente odiosa. Pues no. Se pone en contacto
el de la inmobiliaria -porque el jeta temía que no quisiera hablar con él ya
que la última vez le había dicho cuatro cosas- y me dice que ha llegado una
factura de la luz, de la cual, mes y medio fue cuando la casa fue suya, y mes y
medio cuando fue mía. Y me está diciendo que quiere que le de cincuenta euros.
Esto es la gota que colma el vaso, después de que si no es por mí, no cambiamos
nunca el titular de la luz. A partir de aquí, se empiezan a poner superpesados
con un montón de mensajes, de facturas antiguas... ¿Pero no decían que no
necesitaban dinero? ¿Es para comprarle caballo a su consorte? Les dije que le pidieran cuentas
a Iberdrola, que tarda cuarenta días en cambiar el nombre del titular.
Pasados los meses estaba convencida de que nunca más volvería a saber de ellos, que se difuminarían entre
el resto de ciudadanos. Cuán equivocada estaba... El otro día me llega una
carta certificada: El impuesto del incremento del valor de los terrenos. ¡Dos
mil eurazos! No sabía lo que era, así que, me documento. Si ustedes tampoco lo
saben, es un impuesto de naturaleza más que dudosa, que dice que con el paso de
los años, los terrenos aumentan de valor. En internet dicen que es un impuesto
en vías de extinción. Cuando fue la supercrisis y los pisos ya no valían lo de
antes, los ayuntamientos empezaron a cobrar este impuesto a troche y moche para
recaudar de donde fuera. Se montó la de San Quintín, la gente se preguntaba
cómo podían decir que el terreno valía más cuando todo se había devaluado. Y
muchos nunca se llegaron a cobrar. Hay abogados que se dedican casi
exclusivamente a esto.
Mi caso era
mucho peor. Por ley, ha de pagar este impuesto el que vende, no el que compra.
Sin embargo, en las escrituras, ellos se encargaron de poner que lo iba a pagar
yo. Y fui tan tonta que yo lo firmé. Me leí las escrituras detenidamente, pero
como no sé nada de estas cosas, me pareció todo estaba bien, y que ese
impuesto, debía ser el IBI o algo así. Y oigan, el notario buscado por el jeta, no dijo ni mu, calladito como un zorro. No me lo puedo creer.
Total, he tenido que buscar un abogado. Y como me descuide voy a tener que
pagar el impuesto + el abogado.
Estas son
mis últimas inquietudes.
Buah, qué telenovela. Menudos hijos de puta.
ReplyDeletesuscribo lo que dice la compañera marta.
ReplyDeleteespañoles de bien, si señor.