Wednesday, May 9, 2012

La peluquería de Prados Verdes

Segundo día del puente. La herida en el dedo todavía me domina. Pienso que es mejor salir de casa para pensar en otra cosa, pero me tengo que lavar el pelo y darme el tinte.
Me acuerdo que en el mismo Prados Verdes, sólo dos portales más allá del mismo hay una peluquería que da miedo. En general, soy recelosa de todas las peluquerías; pero de ésta en especial. Es un cuarto de la portería del edificio. Los peluqueros son los porteros. Tiene fotos tan pasadas de moda que casi están de moda. Pero está a un minuto de casa, y lavar, aplicar el tinte, no tiene ningún misterio.
Entro. Tienen dos sillas y un lavadero de cabezas. Llevo en la mano el tinte comprado en España. Pregunto cuánto vale lavar, echar tinte y peinar. Lo pregunto, porque, por la misma operación me han llegado a pedir 35 rmb o 600 rmb, dependiendo de la peluquería. Tan mal o tan bien te lo pueden hacer en una peluquería cara que en una barata: es cuestión de suerte. Me dice que 20 rmb. Qué barato, qué sospechosamente barato.
Le doy el tinte. El embalaje es idéntico al del tinte chino. El peluquero lo mira y se rasca la cabeza. Me pregunta: “¿Cómo?”. ¿Cómo que “cómo”? No comprendo. Dice: “Sí, a ver, ¿tal cuál? ¿O lo mezclo con agua? ¿Lo mezclo con champú?”. Ay, ay, ya empezamos. No sé cómo se dice revelador. Le digo que ahora vuelvo. Cojo en casa la botellita de revelador para la mezcla.
Entonces me dice: “Esto es muy poco”. No es muy poco. Siempre se pone lo mismo, en España, en China.  A no ser que tengas una melena que te llegue a los pies. Y luego me pregunta: “¿Cómo se da el tinte?”. Apaga y vámonos. Ya empiezo a saber por qué vale 20 rmb. Ellos trabajan, pero tú les das clases. Hago tosca demostración con una sola mano. Él hace un gesto de haber comprendido, cómo si lo hubiera visto en una película, en otra vida. Aplica el tinte en menos de dos minutos, por aquí sí, por aquí no. Pienso que en cualquier caso es mejor de lo que iba a hacer yo con una mano y sin ganas. Si no queda uniforme, ya me lo daré yo la semana que viene otra vez.
La peluquería está decorada con estilos de peinados de los ochenta en China. Los reconozco por las películas que he visto. Casi todos llevan ondas o permanente. Las fotos están descoloridas, pero la peluquería hace sólo unos meses que ha abierto. Me pregunto si por estar pasadas de moda las compraron más baratas o, es que, les gusta el estilo.
Saco un libro. Entonces, se sienten mal por mi pobre entretenimiento. Enchufan la televisión y la ponen a todo volumen, qué tortura. El peluquero quiere darme palique. Primero los toros, luego el fútbol. Están sacando no sé qué circunvalación de qué ciudad del interior iluminada como la feria. Me comenta lo bonito que le parece. Me cuesta concentrarme en la lectura con la tele tan alta.
Finalmente me lava la cabeza.  Entonces, raudo y veloz coge las planchas. Pero ¡qué ocurrencia! Pretende plancharme el pelo mojado. ¿Es que no sabe que se chamusca? No puede creer que no quiera, si las planchas son lo mejor, a su juicio. Le digo que secador y cepillo. Dice que entonces, lo hace su mujer que es la experta. Su mujer me seca todo el pelo de golpe con aire y sin cepillo. Uf, esto va mal, menudos pelos me va a dejar. Dice que espere, que espere. Cuando está todo seco, revuelto y crespado a más no poder, agarra el cepillo y me hace dos tirabuzones, uno a cada lado de la cara. Parece una broma. Me levanto y me voy.  Subo a casa, y me mojo el pelo.
Esto resume el crecimiento chino. Todo el mundo está haciendo negocios aunque no tenga ni idea. ¿Vosotros imagináis a un español abriendo una peluquería sin saber cómo se aplica el tinte ni cómo se seca el pelo? Es absurdo. De hecho, en España pasa lo contrario, la gente tiene el conocimiento, pero pocas veces lo aplica. En China, sobre todo en el interior o entre los muchos que no pueden acceder a la educación, hay una ignorancia profunda.
Me voy al mercado de flores. Tengo un antojo muy grande de un árbol. Los árboles dan buen rollo. Me compro este bonsái de dos pinos chinos. Me encanta. Pero cuando llego a casa me doy cuenta de que no tengo dónde ponerlo. No existe peana suficientemente alta para quitarlo del alcance de la boquita de Venus. Sí, una mesa, pero no voy a comprar una mesa para ponerlo, y lo que ocupa una mesa.

4 comments:

  1. de las veces que más me he reído con sus historias. lo de tiene fotos tan pasadas de moda que casi están de moda, qué gran verdad. nos quedamos con las ganas de la foto con los dos tirabuzones...
    y sí, es karpov de joven.

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  2. Jajaja, gran anécdota, sí. Yo de las peluquerías chinas siempre salgo contenta! pero es que me conformo con muy poco, me parece. O les pido cosas muy fáciles.

    Totalmente cierto lo de que aquí cualquiera abre un negocio a la primera de cambio. Tener conocimientos del sector es algo totalmente prescindible.

    Bob Esponja me gusta porque la película es genial y la serie es muy divertida *^_^*

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  3. yo tb últimamente he empezado a montarme mi jardín botánico en el balcón... pero he descubierto que mi balcón tiene las características de estepa o tundra o taiga una cosa de esas. Todo muere, así que me he decantado por plantas que pueden soportar solainas y vientos huracanados. Mi jardín será el legado para los botanistas del siglo XXV

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  4. Nunca había pensado la ventaja de ser gay y tener novios peluqueros...

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