Antes,
como muchas otras personas, pensaba que Japón molaba más que China, que había
más cosas chulis, que era una cultura más refinada… ya sabéis los tópicos, no
los voy a repetir todos. Y que un día, desde China podía dar el salto a Japón o
a Corea. Pero cuanto más los conozco –trabajo con ellos- menos claro tengo que
Japón sea mejor lugar que China. Y vamos, trabajar allí tiene que ser el mismito Infierno. Tienen una
idea de la perfección que no deja espacio para lo humano y se convierte en fuente de
infelicidad.
Nos
vamos de excursión a ver arte contemporáneo chino. Tengo un carro de niños, así
que, tres madres, dos de ellas japonesas, muy amablemente se ofrecen a
acompañarnos.
A
las 11.50 en la puerta del colegio, con la intención de salir a las 12. El autobús no llega. ¿Dónde está el autobús? Llamo a la china
encargada de coordinar los autobuses: “Ay, uy, ay, pronto…”. Esperamos veinte minutos,
esto no mola, pero estas cosas pasan. Las madres japonesas se ponen echas un
basilisco. Yo entiendo que no está bien, pero bueno, cálmense señoras, el fin
del mundo no ha llegado todavía. Que si esto en Japón jamás sucedería, pero bueno, es
que, estamos en China: otro país, todo un poco diferente. Llegan los autobuses
y salimos con veinte minutos de retraso, pero salimos. Cuando ya llevamos un
rato en la carretera me llama la traductora japonesa, un niño no se ha enterado
de la hora a la que salíamos y se ha quedado en tierra, que si podemos volver a
buscarlo. Pues no podemos, no, porque entonces ya no hay excursión y nos
quedamos todos en el colegio. Crispación de la traductora, defensora a tope de
los japoneses, como si fuera yo el problema de que el niño se quede sin
excursión (Se lo repetí cada día durante dos semanas, lo escribí en la pizarra,
les di un papel con la información, puse un cartel en la puerta de la clase…).
Llegamos
al museo. La madre japonesa más enfadada me da mucho carrete, que si esto que
si lo otro, que a ver si voy a su casa a tomar el té durante las vacaciones. Me
pilla así por banda, y no sé decir que no, me está haciendo un favor, le he
dado clase a su hijo cuatro años y me llevo muy bien con él. Pues ala, ya está
liada la cosa.
Al
final está todo el mundo en la cafetería, una exposición que se tarda en ver
dos horas- un resumen de los últimos 30 años del arte contemporáneo chino- se
la han ventilado en 45 minutos. En 45 minutos no da tiempo ni a recorrer todo
el espacio expositivo a pie sin mirar las obras. A casi nadie le interesa el arte
contemporáneo; pues bien, tomemos café; el café es también algo bueno.
Dos
camareros tardan en hacer seis cafés veinte minutos. Esto es muy normal en China.
No me digáis qué hacen detrás de la barra, pero deben hacer algo diferente de
los camareros españoles porque no les cunde el tiempo. Parece que hagan magia
potagia. Ay, la madre japonesa se los va a comer, qué tontos son los chinos,
qué mal lo hacen todo… donde esté Japón… Le pregunto cuánto tiempo lleva en
China: ¡arrea! ¡15 años!
Bueno,
ya se ha acabado la excursión, vámonos. Cuando estamos llegando al colegio, en
vez de coger la salida de la autovía de Hongxu
rd., que es la que toca, sigue y se va hasta la de Hongqiao airport, que es un rodeo flipante. La madre japonesa se
levanta y le informa al conductor de su error, ella habla bastante bien chino.
El conductor pasa de ella totalmente. No es la primera vez que los conductores
toman un camino más largo. Una vez les pregunté, y me dijeron que ese era mejor
camino porque había menos tráfico. Pero el día de la excursión no había tráfico
y simplemente, podíamos haber llegado quince minutos antes por el camino lógico.
Pero yo no estoy todos los días conduciendo los autobuses del colegio, esta no
es mi ciudad y ni siquiera tengo carnet de conducir. Es demasiado arrogante
levantarse y decirles cómo tienen que hacer su trabajo, creo yo.
Cuando
llego a casa tengo dos mails:
-Un
mail muy cordial de la madre japonesa que me dice lo bien que lo ha pasado
(quien lo diría) y me da su dirección para que vaya a tomar el té a su casa.
-Un
mail infernal de la traductora japonesa, que se dirige, no sólo a mí, sino CC:
la directora del colegio, el dueño financiero del colegio y la china que
coordina los autobuses. Simplemente traduce la llamada de teléfono que ha
recibido de la madre japonesa (la misma que quiere ser mi amiga). En este mail,
cuyo título es: “La excursión de arte ha sido un problema”; me pone de vuelta
perejil: que si mala organización, que si que no llegara el autobús debía haber
sido culpa mía (cuando no tengo nada que ver) y no tomé ninguna medida para
solucionarlo, que si qué fatal todo, y qué maleducado el conductor del autobús
y esto y lo otro… Y que si había que descubrir al culpable del retraso del
autobús y cortarle la cabeza…
Si
quería hacer amigas, ha dado en el clavo, así es justo como no se hace. Aquí en
China, en mi colegio, por toser te echan. Los profesores duran menos que el
canto del gallo, y va la tía esta y manda semejante mail lleno de críticas
cuando no ha habido ningún problema en la excursión. Va ir su tía a tomar el té
a su casa.
Al
día siguiente, tengo clase con su hijo. Con el que siempre me he llevado tan
bien. Bueno, pues casi no me dirige la palabra, ni cuando le pregunto, y me
mira como si fuera Satanás. Apuesto lo que sea a que su madre le ha lavado el
cerebro en casa.
Algunas
alumnas me dicen que pasaron miedo, que ¡el arte contemporáneo les da miedo! Y que
la exposición era inapropiada para su edad (la que lo dice tiene 16 años). ¡El
arte contemporáneo es inapropiado! Y no se piensen que había nada cochino,
porque esto es China, y de eso se encargan los censores. Pero siempre hay
alguna pintura o escultura en la que se ve algún desnudo. Vamos, que esta es la
última excursión que hago este año y ¡que les den morcilla a todos!