El último día fue de no hacer nada, de tenernos metidos en
el autobús dando vueltas por Hailar para hacer tiempo. Parecía todo el rato que
íbamos a algún sitio, pero qué va, pura ilusión. Le dije que nos llevara a
la estación porque necesitábamos comprar billetes para salir de Hailar. Decía
que sí, que sí, pero no nos llevaba. Dejaba a uno aquí, a uno allá. Pero
nosotras en el autobús. De punta a punta de Hailar para hacer tiempo, en vez de
ir dejándonos por aquellos sitios por los que pasábamos cerca. Yo, cada vez más
nerviosa pensando que no iba a tener billete. Si me dice que no me lleva, me
bajo y cojo un taxi, pero como decía que ahora mismo, me lo creía. Pues allí:
Horas en el autobús. Nos lleva a un museo, uno de estos museos que dan pena. Hulunbuir
está lleno de animales disecados. De animales que encima de estar disecados,
están mal disecados. Esto es un insulto
para el animal: un ojo aquí, el otro en un lugar no simétrico al otro, se
junta un poco con la nariz, entonces ya tenemos un monstruo.
Cuando el tour está llegando a su fin nos da un papel a todos los presentes para que lo rellenemos, es una encuesta sobre la satisfacción del cliente en el tour del Infierno. Le digo que no lo relleno porque no entiendo la mitad de lo que pone. Me dice: “Es muy fácil”, rellenando ella la encuesta por mí, diciendo que estoy encantada con todo, y tiene la cara dura de pedirme que lo firme. Le digo que no firmo papeles cuyo contenido no comprendo. Me dice que sí, QUE FIRME. La mando a paseo con su encuesta. Si la ha rellenado ella, que la firme ella.
Cuando han pasado unas horas y sigue sin llevarnos a la estación, en una parada en la que la guía está despistada, saltamos del autobús. El conductor coopera en nuestra huída y nos abre el capó para coger las maletas. Raudas nos montamos en un taxi: ¡Adiós tour del Infierno! Qué hormigueo de felicidad da la libertad.
Cuando el tour está llegando a su fin nos da un papel a todos los presentes para que lo rellenemos, es una encuesta sobre la satisfacción del cliente en el tour del Infierno. Le digo que no lo relleno porque no entiendo la mitad de lo que pone. Me dice: “Es muy fácil”, rellenando ella la encuesta por mí, diciendo que estoy encantada con todo, y tiene la cara dura de pedirme que lo firme. Le digo que no firmo papeles cuyo contenido no comprendo. Me dice que sí, QUE FIRME. La mando a paseo con su encuesta. Si la ha rellenado ella, que la firme ella.
Cuando han pasado unas horas y sigue sin llevarnos a la estación, en una parada en la que la guía está despistada, saltamos del autobús. El conductor coopera en nuestra huída y nos abre el capó para coger las maletas. Raudas nos montamos en un taxi: ¡Adiós tour del Infierno! Qué hormigueo de felicidad da la libertad.
Llegamos a la estación. Las estaciones de trenes en China no
son como en Europa. Es más o menos la misma idea: hacer cola para comprar un
billete. Pero se trata todo el rato de sufrir. La cola va de 45 a 90 minutos. Y no
es esperar plácidamente, no, ¡es la guerra! Siempre hay gente que se intenta
colar, y empujan y se rozan mucho, como si por ello avanzara más la fila. Cuando
estás llegando a la ventanilla se empieza a acercar gente a intentar
convencerte de que les compres su billete sin hacer la cola, siempre tienen una
excusa, o si no quieren poner una, te ofrecen dinero. Para comprar un billete
de tren en China hace falta dni o pasaporte -porque los billetes se agotan como
un paquete de caramelos a la puerta de un colegio- para evitar la reventa y
especulación. Llego a la ventanilla. No podemos irnos de Hailar, se han vendido
todos los billetes. Compro los billetes que puedo para el día siguiente, un poco
a lo loco, porque me están empujando para que me quite del medio. En China no
hay tiempo para pensar, sino para actuar.
madre mía yo no sé si eso es un tour o una secta de esas de las que no se sale vivo, jaja
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