A Apolonio lo traje a casa en Agosto del 2012.
Era el hámster más vivo del mercado. Antes de ser capturado por el vendedor le
propinó tres buenos mordiscos. Me fui encantada a casa con una ratita tan
audaz. Apolonio era rápido como una bala; tan veloz, valiente e intrépido como
desconfiado. Nunca le gustó que lo elevara por los aires, ni fue un hámster
cariñoso como Rayito. Cada hámster tiene su personalidad.
Apolonio de joven. Una foto de hace justo tres años.
Vivía suelto en la galería, donde tenía las
plantas y la lavadora. Resultó ser muy guerrero. Aunque le hice buenas casas, y
mejores camas, el instinto le llevaba a excavar fosos en mis macetas para
dormir cual vampiro. Se levantaba a las 7 de la tarde y se iba a dormir a las 8
de la mañana. Siempre parecía tener mucha prisa.
Me encantaba verlo por ahí escondiendo pipas y
haciendo sus cosas, era tan majo. Y autosuficiente, los hámster no necesitan a nadie. A veces, lo dejaba hasta
un mes y medio solo -cuando me iba de vacaciones-, con una col, una manzana, alguna planta tierna que mordisquear y
una montaña de grano. Me cuidaba el
piso.
Se hizo viejo, y luego, muy viejo, se le
marcaba el cráneo, caminaba como un anciano que arrastra su pellejo. Primero un
pie, luego el otro. Nada que ver con la adolescencia, cuando cortaba el viento con
sus carreras.
Fotos de Abril del 2015
Contemplé la posibilidad de llevarlo a España
conmigo, pero es un follón sacarle el pasaporte a una mascota, la inspección
sanitaria... Y además, sólo hablaba chino. No quiso ni aprender inglés. Me dijo
una vez: "¡Vete al diablo tía! ¿No
te das cuenta que soy un hámster? Déjame en paz con que aprenda idiomas y vea
películas soporíferas". Era
todo un carácter. Además, el vuelo, igual lo hubiera matado. También pensé en
la posibilidad de regalárselo a alguien. Pero, lo iban a meter entre rejas.
Después de una vida en libertad, qué triste acabar en una jaula. Y si había
niños, lo iban a volver majara, venga cogerlo y no dejándolo dormir durante el día.
Además, nadie quiere un hámster viejo. Un hámster joven y guapo vale sólo dos
euros en China. Y como Apolonio era viejo, había perdido flexibilidad, ya no llegaba a asearse como antes,
solía tener los bajos manchados de orines, y aunque por naturaleza era arisco, se
dejaba que lo acicalara con un cepillo de dientes y arena de baño de hámster.
Así que le hice una casa fabulosa, o eso creo.
No era bonita, total, era casi ciego. Pero tenía un sótano con serrín y dos
habitaciones (una para almacenar el grano y un dormitorio, con una cama guay y
mantas para el invierno). La puerta era muy pequeña y me preguntaba si le llegaría
suficiente oxígeno. Se la hice pequeña para que no entraran otros animales, y
la pudiera cerrar a voluntad cuando la lluvia y el frío arreciaran. Él siempre se hacía la
cama, abría y cerraba cortinas a su conveniencia. Tenía un tejado a prueba de
tormentas de verano, un acceso a 25 cm de altura del suelo, y agua para un
mes...
Antes de irme de China busqué un lugar en Prados Verdes donde esconder su casa y
dejarlo libre. Sin duda, la edad octogenaria no es la mejor para iniciar un
cambio de vida radical, pero es todo lo que se me ocurrió. Me fui lejos de la
civilización, y escondí su casa en un bosque, dentro de un arbusto.
Lo único que me preocupa es, que me llamó a
finales de Julio, un mes después de haberme marchado, y me temo lo peor...
Quizá el agua se descompuso y no fue capaz de encontrar agua... Quizá un
gamberro volcó su casa y ya no pudo volver a entrar... Quizá se mojó durante
las largas tormentas veraniegas... Quizá se murió de viejo tumbado en su
camita... Hubiera sido una presa demasiado fácil para un gato, aunque no creo
que sea este el caso; no le hubiera dado tiempo a llamarme.
Y digo "me llamó", porque Venus ya
me llamó dos veces, cuando la dejé en malas manos. Y hasta Raya, la perra de mi
sobrino, me llamó para contarme que había tenido 11 cachorros.
Quizá Apolonio sigue vivo excavando agujeros
en la tierra. Le deseo lo mejor.