Chainsaw maid by Takena Nagao:
Thursday, October 30, 2014
Wednesday, October 29, 2014
Provincia de Jiangxi: Jingdezhen IX
Camino de la feria, atasco monumental, la gente se
impacienta, sale del coche y camina. Me dice el taxista cuando estoy a un par
de kilómetros, “¿quieres ir a pie y yo me
voy por esta carreterita de vuelta a la ciudad?”. ”Pues no quiero ir a pie, ya
ve usted. Llevo una maleta, hace sol, no
he dormido y voy a estar ocho horas en la feria sin sentarme en ninguna silla”.
En serio, allí si te cansas, te sientas en el suelo polvoriento. Hasta para
comer, te sientas en el suelo, no hay sillas no hay mesas. Pero todo da igual,
porque la feria de cerámica es emocionante.
Arriba, vendedores ilegales también quieren hacer dinero. La cosi-cosa que lleva debe estar para estas alturas del camino bien impregnada de polvo y CO2 de los coches, que cortará con su cuchillo oxidado en porciones
Hasta las farolas de la carretera y de la ciudad son de porcelana;
tubos gigantescos. La porcelana es su orgullo: porque tengo. Arriba, vendedores ilegales también quieren hacer dinero. La cosi-cosa que lleva debe estar para estas alturas del camino bien impregnada de polvo y CO2 de los coches, que cortará con su cuchillo oxidado en porciones
Esta mujer sabe cómo protegerse del sol, no puede esperar a llegar en coche.
En el pabellón “A” había una exposición con piezas de coreanos, japoneses y chinos. Los japoneses eran los mejores, a la perfección técnica se sumaba cierto gusto que daba ver sus esculturas. A menudo los chinos pueden hacer algo que se un hito técnico cerámico y que haga daño a los ojos. Los coreanos pocos, y vaya.
Y mis fotos son un churro, porque estaba muy, muy oscuro, lleno de gente, y venga flashazos. Todas parecen peor de lo que en realidad eran. Lo de arriba por ejemplo, era un milagro, era enorme, porcelana maciza y no se había rajado en el horno. A ver, esto no existe, es técnicamente imposible. Además, la pasta de caolín gris y blanca formaban unas rayas impecablemente alineadas.
Monday, October 27, 2014
Provincia de Jiangxi: Jingdezhen VIII
Toda la ciudad es un mercado que se extiende hasta el
infinito. ¿Cómo puede haber tanta gente que viva de la cerámica en una misma
ciudad? Es un misterio para mí. Jo, algunos ceramistas siguen haciendo lo mismo
que el año pasado, exactamente la misma cosi-cosa. Habrán dado con la clave de
algo que se vende y venga producir lo mismo, qué aburrimiento. Una tipa a la
que le compré el año pasado me reconoce, me hace ilusión y todo. No hay
demasiados extranjeros en Jingdezhen. Yo no me acordaba de su cara, pero sí de
sus cerámicas. En cuanto se va la luz empiezan a cerrar todo, para las cuatro o
las cinco de la tarde. Todavía no es de noche, pero la cerámica sólo se ve con
mucha luz.
Me tomo una cena horrenda en un restaurante en el que la
gente hace cola para sentarse. Pienso que si es de esos que dan número de
turno, igual hay algo bueno, pues no lo hay claro, es Jingdezhen. Lo que hay es
un millón de niños insoportables en el restaurante, trepando por los sofás, gritando a pleno pulmón, corriendo
a toda mecha y en grupo (casi banda armada porque uno lleva un palo que sacude
en el aire con poco autocontrol). Sus padres pasan de todo. El ruido es
ensordecedor. Qué stresssss. Pienso en
lo inhóspita que es China y lo espantoso de la situación: millones de chinos de
los horrendos, gritones, medio-analfabetos… reproduciéndose sin parar. Esto
pasará factura en el futuro.
Agotadísima me voy al hostal. Pienso, ala, qué bien, ¡a
dormir!, y así mañana me levanto a las seis para ir bien descansada a la feria.
No se me han ni cerrado los ojos y empieza un concierto de éxitos del rock and
roll de hace 40 años, justo debajo de mi almohada. Tate, esos son los
americanos cincuentones que vinieron de Shanghái conmigo en el avión y se
alojan en este hostal. Buah, cantando canciones de los Rolling Stones trasnochadas y sin ninguna gracia, y a pleno
volumen, qué tortura. Por la tarde en el bar del hostal uno intentó el eye contact para iniciar conversación y
salí escopeteada. Tabarra de concierto intentando dormir. Finalmente, se acaba,
qué alivio me digo. Y justo entonces, empieza otro. ¡Resulta que eran los
teloneros! Ahora ha empezado un concierto de Trash. Canta una china, y por el tono se debe estar cagando en todo
el caolín de Jingdezhen. El público se anima.
Yo comprendo la fiesta, pero a ver, me levanté a las cinco y media de la
mañana, estuve todo el día zapateando, es más de la una de la mañana , y me
quiero levantar a las seis. Acabo
conciliando el sueño. Por poco rato, una hora o así. Entonces, alguien
llama a mi puerta como sólo llaman los chinos a la puerta. Como si la fueran a
tirar abajo, como si fuera una redada de la policía, como si el edificio
estuviera en llamas, como si el Cartel de
Medellín fuera a empezar un tiroteo... Son las tres de la mañana, si no
fuera porque estoy en deshabillé, abro,
pero abro para matar al que esté al otro lado de la puerta. Diosssss, qué
gentuza llamar así a mi puerta a las 3 de la mañana. Tres horitas después suena
mi despertador. Le cuento a las tipas de abajo que no he pegado ojo, ya sé que les
importa un bledo, pero se lo cuento. Y me dicen que el que llamó de madrugada a
mi puerta era el que había vivido durante mucho tiempo en mi habitación. Se
pensaba que sus cosas seguían allí y quería hacer la mudanza a las tres en
punto de la mañana. Tenía que haberle
abierto la puerta, sacarle los ojos y tirarlos por el wáter.
Miren qué cuchillos cerámicos tan majos me compré aquel día.
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