Tuesday, April 29, 2014

Japón: Kyushu XII: Los trenes


Qué maravilla maravillosa son los trenes en Japón. Allí la puntualidad no se mide en minutos, sino en segundos. Qué sincronización, qué limpieza, qué silencio, qué perfección. Te bajas de uno, te montas en otro. A veces, las conexiones son demasiado breves para una extranjera.  Cuatro minutos, veintiséis segundos… Cambia de andén… Lee las pantallas…Vuela en una palabra. Menudo estrés de vacaciones parriba-pabajo… Ah, y los trenes valen una pasta, pero bien justificado está su precio. Por suerte, hay unos abonos de varios días para el turista.
Cercanías
¡Viva el Shinkansen!
Estación en una zona remota
Sala de espera en estación en zona remota

Monday, April 28, 2014

Japón: Kyushu XI: Umeboshi

Umeboshi no es una ciudad, es lo de arriba. El umeboshi no es que me chifle, es que me transssssstorna. Debe ser droga. Salado, dulce, ácido, ¡qué intensidad de sabores ha logrado Mr. Wonka! Lo compré sin saber lo que era. Pensé: “Unas ciruelas secas, cuidao yprh… no sean como las chinas”, y compré un paquetito. Digo no sean como las ciruelas chinas porque, baje Cristo y vea lo que pueden saber a rayos las ciruelas chinas. Creo que es porque no tienen ciruelas que tengan buen sabor, como en España. Digamos que cualquier fruto, que en otras partes del mundo no se considera comestible, los chinos se empeñan en hacerlo comestible, lo recogen, lo embadurnan de mil potinges, lo envasan y lo venden. Algunas ciruelas chinas parece que estén cubiertas de cianuro, otras de Ariel. Otras son tan duras como una roca, parecen ciruelas fósiles del Paleolítico. Otras… bueno, mejor lo dejo.
Y mirando en la wikipedia para saber más del Umeboshi, veo son ciruelas que se parecen más a un albaricoque que a una ciruela. La fruta se llama ume:
Las secan al sol:
Las meten en barricas con sal y peso encima. Las frutas empiezan a soltar jugos, se produce una fermentación.
Hay dos tipos: las de arriba (que están más secas, y a mi juicio mucho más ricas) y estas son las que sacan a la mesa como encurtido. Tienen un sabor increíblemente fuerte y salado. Una ciruela te deja k.o. Me gustan, pero menos.
Las llevaban encima los samuráis para combatir la fatiga del combate.
Lo dicho, si tienen ocasión, no se las pierdan.

Sunday, April 27, 2014

Japón: Kyushu X: Imari


Ochawachiyama es un pueblo, en un valle acotado por tres montañas, no lejos de Imari. Lo llaman “el pueblo de los hornos secretos” porque mantuvieron el secreto de su hacer durante siglos. Conocido en Japón como el hogar del clan de los Nabeshima, que construyó unos hornos especiales para hacer porcelana de alta categoría durante la Dinastía Shogun (hace unos 300 años). Estos hornos los construyeron en base a los hornos chinos. Hoy está abierto al público.
Como todas las ciudades cerámicas –Jingdezhen, Arita, Caltagirone…- hacen alarde de ello con elementos arquitectónicos u ornamentales.
Un cementerio muy bonito al fondo.
Jo, cuando veo sitios así me muero literalmente de envidia. Me pregunto qué hago yo viviendo en un sitio tan feo, haciendo algo que no me gusta. Los que viven en este pueblo haciendo cerámica, me parecen relistos. Aunque, quién sabe, igual preguntas a alguien joven, si es que, alguien joven vive aquí, e ¡igual su sueño es trabajar en una oficina en Fukuoka!, por ejemplo.
Por casualidad, el día que fui había una feria, y estaba todo abierto.
Eran casas-tiendas-talleres, todo en uno. Algunas muy chic. Aunque disfruté muchísimo, no había nada de quitar el hipo. Este pueblo, como Arita, tuvo un pasado mejor. Es que, después de Jingdezhen, que es el Universo entero…
Algunos talleres estaban abiertos al público. Me volvería loca tener un taller de porcelana.
El entorno es simplemente espectacular. Por no hablar de lo limpio que está el aire.
Lavabos
Estos dos azulejos de abajo son muy Imari, los colores, los motivos:
Las compras… Dios mío, ya no quepo en casa… De lo que más me gustó, estos vasos de porcelana pintados a mano. Es porcelana muy fina (no me gusta la gruesa) y mmmme encantan los colores y el dibujo.
Y este plato, más Karatsu que Imari, entre tanta porcelana era el patito feo, con un esmalte que lo hace parecer metálico. También me gusta.
A los japoneses, que son extremadamente clasistas, cuando les hablas de Kyushu se les frunce el ceño. Hasta a los que son de allí se avergüenzan porque es el campo. A los japoneses les parece guay Tokio (menos a Katsu, que es de otro planeta), y les parece que Kyushu está atrasado. Como los de Milán, que miran por debajo del hombro a Sicilia. Pues, Kyushu ¡¡es una pasada!!