Una vez me compré una falda muy larga, pero muy larga –no sé por qué hice algo así- y me la puse para ir al cole. Entonces, un alumno coreano me dijo: “Me recuerdas a mi abuela. Cuando voy a Corea, me espera en la puerta de casa con algo parecido a lo que tú llevas”. Una sola vez me la he puesto.
El hanbok puede ser un vestido de novia, o simplemente, un
traje ceremonial que se ponen cuando quieren hacer el coreano. Los
que vi tenían los cuellos impecablemente cosidos.
Resultó ser que estaba en el mercado de Dongmun, un sitio al
que quería haber ido pero que estaba lejos y había ido dejando para el final.
Fue una suerte bajarme del autobús, porque es un mercado muy chulo.
En el mercado se habían puesto ventanas -para cerrar las
tiendas- y calefacción, porque hacía mucho frío. La mayoría de las dependientas
estaban sentadas en el suelo, tapadas con un edredón, viendo la telenovela
coreana o cosiendo hanboks. Mi impresión es que había hanboks para parar un
tren en una isla de tan pocos habitantes.
Me compré estas dos telas rígidas. Las utilizan como
complemento del atuendo, de la misma manera que los sacerdotes, como una
bufandita. Espero hacer otra cosa con ellas.
Y estos calcetines-bota tan graciosos. Son los calcetines
con los que llevar las sandalias con plataforma con las que se ponen el hanbok.Después de las telas, en la zona de los cacharros de la cocina, me compré este cuchillo coreano y la bella superpiedra de afilar cuchillos japonesa.
Cuando llegué al hostal, estaba tan entusiasmada con mis compras que se lo enseñé a una china que acababa de llegar y con la que compartía dormitorio. (Karen ya se había ido). No la conocía de nada, y fue, más o menos decirle: “Hola. ¡Mira que pedazo cuchillo me acabo de comprar! (Para asesinarte esta noche, por supuesto)”. Y a la china se le abrieron mucho los ojos con expresión de terror, y me di cuenta de que había metido la pata.
El resto del mercado, era un mercado de abastos impoluto. En general, me pareció que la fruta es cara, bastante cara, y el pescado es barato –o muy razonable- y con un aspecto excelente.
La famosas naranjas de Jeju: los hallabongs.
¡Qué pepinos de mar tan grandes!
Estos panes duros y enmohecidos los vendían por todas partes, qué cosi-cosa.
El ginseng rojo coreano, cómo no. Hubo un tiempo que estaba
enganchada, pero ya no lo disfruto, es que, me pone cardíaca.
Y, lo rojo. Mucho rojo.