Si parece que el anterior cumpleaños fue la semana pasada en
vez de hace un año... Jopé, tengo un carro de años. Pero al menos estoy viva. He
cogido un taxi, y en la calle Fuxing había un coche cruzado en medio,
probablemente cambiando de sentido –en China se puede hacer cualquier cosa en
la carretera. Mi taxista lo ha embestido a saco. No ha pasado nada, pero se le
ha chafado la puerta y casi no la podía abrir. Y va y me dice: “Uy, no puedo
llevarte. Mira, me ha destrozado el coche éste”. Cuando era obvio que lo habíamos
embestido nosotros. Y se han quedado allí discutiendo, como hacen los chinos,
durante mil horas sobre quién era el que iba a pagar a quién. Le he preguntado
si estábamos muy lejos de la calle Baoqing. Y me ha dicho: “¡Qué va! ¡Si está
aquí al lado!”. He empezado a caminar, y a caminar, y a caminar, y he llegado
tarde a mi propio cumpleaños. Estaba a unas 7 manzanas (chinas) de distancia.
Para mi sorpresa, me han hecho muchos regalos los amiguitos.
Pero el más chulo ha sido el de M: ¡Una entrada para el teatro! ¡Carambaina!
Después de comer yo quería un café, pero J – que tiene
muchas dotes de mando, no en vano es manager- ha dicho que íbamos a Whisk, y como a todos parece haber
entusiasmado la idea, hemos ido. Yo sabía que nada bueno podía pasar allí, es
un sitio especializado en cosas de chocolate. Y así ha sido, me he tomado una
copa de mousse de chocolate gigante, Dios mío, Dios mío, Dios mío, lo que me
faltaba. Y no he dejado nada, porque a mí me enseñaron que no se deja nada en
el plato.
Después hemos ido a la tienda de las películas, que aunque
voy casi semanalmente, siempre hay algo que rascar. Aunque tanto, tanto rascar,
me trago cada bodrio y cada somnífero fílmico que no me explico cómo hay gente
que necesite pastillas para dormir cuando hay cine que hace las veces.
Luego, hemos ido a una terraza en un sitio muy tranquilo con
jardín, se estaba muy bien. Y luego, he quedado con E para celebrar el
cumpleaños otra vez, porque el Sr. X y E, si antes eran amigos, ahora se odian
a muerte. Y el Sr. X no puede ni ver la dirección de E cuando envío un mail
conjunto a varias personas, porque se le revuelve el estómago. Hemos cenado en
un tailandés. Estaba todo muy rico, hasta que E ha dicho: “No encuentras un
sabor extraño en este pez”. Esto no se puede decir en China, porque se te corta
el rollo. Sobre todo si te lo dice un chino que su cuerpo ha generado un
antídoto natural a los venenos chinos, y no son tiquismiquis como los
extranjeros. Le he dicho: “Hombre, sabe a río, y los pescados de río chinos ya
sabemos que no tienen buen sabor, pero así con los chiles, la lima… ¿no crees
que da el pego?”. Entonces me ha dicho: “¿Sabes que en Estados Unidos está
prohibido consumir pescado de río porque hace muchos, muchos años, cuando el
país estaba en desarrollo como China, las fábricas vertían veneno a los ríos y
los peces estaban contaminados?”. Y entonces, le he dicho que he leído que el
80% de los ríos en China están seriamente contaminados. Y al final, el pez se
ha quedado en el plato con su rica salsa de chiles y zumo de lima.
Hemos ido al supermercado del templo de Jing An, que cierra
de noche, a comprar caramelos para los niños, porque, siento un poco que son
mis amigos. A ver, son mis alumnos, pero me caen mucho mejor que los profesores.
Mañana lunes, ¡uf!