Al día siguiente, emboscada china. ¡Nos llevaron al parque!
Nos llevaron ver el lago Tianmu, que no es un lago, sino un pantano que sigue
el esquema chino-tipo-‘Palacio de verano’ de Pekín, a lo pobre, mezclado con parque
de atracciones. Un lugar en el que un día soleado sueltas a tus hijos a que
pataleen las isletas hasta que se hundan, y cuyo interés no va mucho más allá.
No sé, creo que le tengo manía a la naturaleza organizada.
Unas esculturas horrendas de unas hormigas de mimbre, luego
un caracol gigante de plástico, del agua emergen unas tortugas y un cocodrilo
de piedra… Uf, tela. Un mini acuario subterráneo. Una cuerda para colgarte y
deslizarte de isla en isla. Unos conejos sarnosos entre rejas. Un barco que
para ir de aquí a ahí tarda 20 minutos y mientras echas el día. Varias tiendas
de suvenires. Un caballo al que te puedes subir –pobre bicho- inmovilizado a 10
cm de un árbol. Una especie de cabaña con tres cuartos que reproducen una casa
de la época de Mao.
Ah, y no se lo pierdan, el área de fumadores a pleno aire
libre. Todos apartaditos, como si portaran alguna peste.
Los lugares de interés turístico están clasificados en Aes,
lo mismo que los restaurantes en tenedores. AAAAA es casi siempre patrimonio de
la humanidad. El lago Tianmu tiene cuatro Aes, al salir estaba pensando que le
debían quitar por lo menos, por lo menos, tres. Entonces Marta me dijo, que el
número de Aes no depende tanto del interés del lugar como de las ganas que el
Gobierno chino tenga de que vayas.