El sábado fue un
día largo y raro, tan largo fue, que el domingo lo pasé durmiendo: eché la siesta
de la mañana, eché la siesta de la tarde. Pensé que no conseguiría conciliar el
sueño por la noche, pero qué va, dormí como un lirón.
Por la mañana
hice mil recados última hora pre-viaje a España. Después fui a un curso de
Mahjong en una academia de idioma chino. Hace años que les llevo pidiendo a los
chinos que conozco que me enseñen a jugar a Mahjong, pero ninguno quiere, todos dicen
que es un aburrimiento. A mí los juegos de mesa me dan un sopor absoluto, pero
como es algo tan de aquí, pues por saber, sin más. Ahora resulta, que también debería
enseñarlo en el cole, va con el tema que estamos dando; y como justo recibí un mail de esta
academia que decía que te enseñaban a jugar gratis, pues fui.
Hace años les
pregunté por los precios de las clases de chino, por eso tenían mi mail. Desde
entonces, me bombardean sin piedad con correos. Y justo, vi lo del Mahjong en
la carpeta spam y lo abrí. Ahora que he hecho el curso, me voy a enterar de lo
que es bueno, amenazaron con llamarme en enero para ver si ya estoy preparada
para ir a clase de chino.
Lo más curioso de
este curso fue: que era la única alumna (porque llegué a la hora que decía el
mail, y cuando llegué allí me dijeron que era una hora y media más tarde); que
5 personas, hablando simultáneamente en un chinglish
incomprensible, me querían enseñar a jugar; que todos eran simpatiquísimos de
asustar, se les veía tan felices, tan emocionados, tan exaltados… tan locos en
una palabra, por enseñarme a jugar Mahjong; que el grupo de los 5, era un grupo
de nefastos profesores: como enseñen el idioma chino como enseñan a jugar a
Mahjong, estamos apañados.
Por si alguien no sabe lo que es el chinglish, aquí unos ejemplos. El chinglish es
algo divertido, tienes a un chino delante de ti que cree que te está hablando
en inglés, pero en realidad está haciendo traducciones literales del chino, y
hace unas frases que hay que pensar mucho rato para saber de qué está hablando,
a menudo, sin deshacer el entuerto. Si es escrito, es lo mismo, pero se avanza
más rápido en el descifrado y dado el contexto:
He vuelto a
hacerlo. No quería comprar nada y he vuelto a comprar:
Después de los
hoteles, fuimos a una fiesta. No conocíamos a nadie en la fiesta, nadie nos
había invitado. E había visto la fiesta anunciada en Facebook, con la dirección hecha pública, y le había gustado uno
que salía en la foto. La fiesta empezaba a las 10, y llegamos a las 10. Muy
mal, ya. Pero yo me quería ir a casa, no quería ir a una fiesta, y era a las 10
o nunca. La fiesta no había comenzado, ni siquiera habían puesto música. Y allí
estábamos. Nadie nos conocía. A penas una decena de personas en el salón de su
casa. Una mesa con ganchitos, coca-cola, cerveza Suntori… Al final, los
anfitriones nos preguntaron a quién conocíamos. A nadie, pero ellos nos habían
invitado, habían invitado a cualquiera que viera su anuncio en Facebook. Era una fiesta de piso de
estudiantes, había un español, unas checas, algunos chinos, eran todos muy
jovencitos, y nos miraban con cara de miedo. Además, íbamos disfrazados, porque
veníamos de la ruta de los hoteles de cinco estrellas. E llevaba hasta traje, y
la camisa hecha a medida, y los zapatos con lustre. Nos miraban, raro, raro,
raro. Yo desde que llegué estaba con un pie en la puerta, pero E quería hacer
amigos, o ligar, o quién sabe; y les daba palique: “¿Estudias o trabajas?”.
Nadie estaba borracho, las luces estaban encendidas, no había música, nos
miraban con recelo y estupor. Yo llevaba en el bolso todo el dinero que había
cambiado en el banco por la mañana para llevarme a España, como para tomarme
una copita y dejar el bolso por ahí abandonado. No me interesaba un pimiento la
fiesta. Me fui. A E se le empañaron los ojos, se lo tomó como quien abandona a
un bebe en la puerta de un orfanato. Es que, ¡menudos planes que prepara! Luego
dice que nunca hacemos las cosas que le apetecen a él, pero ¡cómo vamos a hacer
lo que le apetece a él!